No hace falta ser antimonárquico, ni comunista recalcitrante, para
determinar objetivamente, que la monarquía española y la figura del
actual monarca, Juan Carlos I, han perdido por completo el favor
popular. Y digo popular, refiriéndome por supuesto, al pueblo llano, a
los trabajadores y empleados públicos y privados, a los agricultores y
ganaderos de pequeñas explotaciones, a los estudiantes del sistema
público, etc.
Hay otra parte de la ciudadanía, que no se pueden adscribir al pueblo
como tal. Empezando por que ésas mismas personas, no se identifican con
el pueblo y que son la minoría de la sociedad. Hablo por supuesto, de
la nefasta clase política, sobre todo del PP y del PSOE, cuyas cúpulas
dirigentes se han posicionado del lado de los poderosos, de los dueños
del dinero y que se han cuidado muy mucho, de criticar las actuaciones
patéticas de la monarquía y su extensa y corrupta parentela. Obviamente,
también los grandes latifundistas, acaparadores de la tierra española,
pertenecientes a las grandes y aristocráticas familias de la “nobleza”,
cuyos rancios historiales de crímenes, robos y apropiaciones abusivas,
encuentran un eco de reconocimiento y proximidad a la familia del
borbón.
La casta militar, de la que el rey es comandante supremo, sin haber
estado nunca en un frente de batalla, como buen ejemplo de soldado de
cartón, es también uno de los valedores de la monarquía. Haciéndole el
juego patético de las medallitas y condecoraciones, desfiles y marchas
marciales, como si en algún momento de su parásita vida, hubiese hecho
algo más heroico que asesinar animales indefensos.
No podemos olvidarnos, que la mayoría en éste desdichado país, somos
curritos de a pie, gente sin privilegios de clase, ni favorecidos por
prebendas o corruptelas. Personas normales y corrientes, que se buscan
la vida de la mejor manera. O mejor dicho, como los sátrapas gobernantes
de turno nos permiten.
Si la corrupta, insolidaria y encima extranjera familia real,
persiste en sus viles comportamientos neofeudales, estará abonando la
tierra donde germina y crece el descontento de la masa social, el
pueblo. Mismo que se reconocerá legitimado para sacudirse el yugo
monarcal y político, para proclamarse nuevamente libre y republicano.
Cuando el momento llegue, que llegará, deberemos estar prestos a empuñar
el arma, material o ideológica, con la que recuperar la libertad para
decidir nuestro destino.
http://www.diario-octubre.com/2012/04/16/la-caida-de-la-casa-real/
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