domingo, 29 de septiembre de 2013

Un parlamentario de Corea del Sur detenido por “conspirar contra el gobierno y elogiar a Corea del Norte”.




















Traducido por LMO.
  
El diputado de izquierda Lee Seok-ki ha sido acusado por conspirar contra el gobierno y elogiar a Corea del Norte y su ideología.

El parlamentario, perteneciente a la oposición y miembro del  Partido Progresista Unificado, es el primer legislador en ser detenido en toda la historia reciente de Corea del Sur.

Se espera que el juicio, que será el primero por sedición en casi 30 años, sea un proceso rápido. La oficina del fiscal del distrito Suwon, anunció el pasado Jueves que Lee conspiraba para llevar a cabo una rebelión armada en Mayo de este año durante una reunión de la organización clandestina R-O (Revolutionary Organization) a la que presuntamente pertenece.

Según la fiscalía, Lee hizo varios planes específicos para atacar varios edificios públicos con la ayuda de otros miembros de R-O, basándose en la presunción de que la guerra inter-coreana terminará pronto.
La fiscalía asegura que ha obtenido 604 pruebas que pueden probar la conspiración llevada a cabo por Lee así como la alabanza absoluta por parte de R-O hacia Corea del norte y su ideología, la idea Juche.

En Corea de Sur, elogiar a Corea del Norte constituye infringir la Ley de Seguridad Nacional, siendo la sedición una ofensa criminal no contemplada en esta ley.

La  Ley de Seguridad Nacional fue promulgada en 1948 para luchar contra el comunismo y el espionaje de Corea del Nortes después de la división de las dos Coreas en 1945 y a medida que se libraba una guerra entre ellas.

Esta Ley ha sido enmendada en varias ocasiones desde entonces, pero la oposición asegura que a menudo se sigue recurriendo a ella para silenciar críticas.

La acusación de la fiscalía sobre Lee vio la luz una semana antes de lo esperado. El Partido Progresista Unificado comunicó el pasado jueves que la acusación se adelantó para hacerla coincidir con otro comunicado del Presidente Park, en el que anunciaba que el gobierno tendrá que reducir el bienestar social con respecto a lo prometido.

La fiscalía también ha acusado a otros tres activistas políticos de izquierda con cargos similares.

Kim Yeon-ji, Arirang News. 




viernes, 27 de septiembre de 2013

lunes, 23 de septiembre de 2013

20 años de la "Constitución de los tanques"

Avance del documental que prepara KPRF.TV para honrar a los que dieron su vida por la patria soviética en aquellos infames días de octubre de 1993.
¡Nada está olvidado, nadie está olvidado!



Tomado del canal de Josafat S. Comín en Youtube

------------------------------------------------------------------------------------------------------------

"Nunca olvidaremos a los héroes caídos! No habrá misericordia para los verdugos". Llamamos a toda Rusia a la marcha en memoria de las víctimas del tiroteo del Soviet Supremo de la RSFSR 3-4 oct, 1993


Murieron por la Patria Soviética!

Desentierran las fotografías escondidas del Chile de Allende

Para no exponer a la cárcel, torturas y muerte a quienes aparecían en sus fotos y salvaguardarlas de la sangrienta represión, el periodista Fernando Velo, tras cubrir las primeras horas del golpe militar en las afueras del palacio presidencial,por la noche, el 11 de septiembre de 1973, sin decir nada a nadie, ni siquiera a su familia, escondió todos sus archivos fotográficos dentro de unos tambores de aceite, enterrándolos en unos hoyos que cavó con sus propias manos en el patio de su casa. Después de varios años, a punta de sudor y lágrimas, las rescata y las hace viajar a Estados Unidos, donde reside desde 1976. 

sábado, 21 de septiembre de 2013

93 aniversario del Partido Comunista de Uruguay.........Salud!!!


































Fundación del PCU 

La fundación del PARTIDO COMUNISTA DE URUGUAY
Etapas de su formación ideológica y orgánica[1]

 (…) El Partido Comunista del Uruguay nació en la aurora de la Revolución de Octubre
La Revolución de Octubre, a cuyo influjo nacieron tantos Partidos obreros del mundo, iluminó también el nacimiento de nuestro Partido.

Cuando Lenin escribía en 1895 su artículo acerca de la muerte de Federico Engels, se marcaba el filo de dos épocas. Finalizaba entonces el siglo XIX, registrando los fenómenos de un cambio cualitativo en las formas del capitalismo: los poderosos monopolios configuran una nueva fase de la sociedad capitalista, el imperialismo, la última forma histórica del viejo sistema y la víspera cierta, -el preludio, lo llama Lenin- de la revolución socialista.

Se acercaba a su fin: por otra parte, el período -que se inició con la derrota de la Comuna de París- de desarrollo "pacífico" del movimiento obrero, durante el cual en los países capitalistas se forman grandes partidos proletarios de base socialista, que aprenden a utilizar el parlamentarismo burgués y que desarrollan ampliamente las organizaciones de masas; período en que la doctrina de Marx triunfa y se va extendiendo, pero en el cual, al mismo tiempo, surgen las tendencias revisionistas que niegan o disminuyen el papel de vanguardia del proletariado, y renuncian a sus objetivos finales, la dictadura del proletariado y el socialismo, revisionismo que niega la lucha de clases y el carácter de clase del Estado: que reniega de la unidad monolítica y de la disciplina del Partido.

El aldabonazo de la revolución rusa de 1905 abre un nuevo período revolucionario en que nuevas tareas surgen para el movimiento obrero, nuevos problemas a resolver, tanto en la estrategia y en la táctica como en la organización del Partido proletario. En el filo de los dos siglos, en el país hacia el cual se trasladaba el centro de la tempestad revolucionaria, surge la figura de Lenin, el discípulo de Marx y Engels, el continuador, el constructor del Partido de nuevo tipo, capaz de responder a las exigencias planteadas por la nueva época; Lenin, que recogiendo de manos de Marx y Engels la antorcha de la ideología proletaria, oscurecida y cubierta por las cenizas del oportunismo dominante en la II Internacional, reanimó su llama revolucionaria y con ella alumbró los nuevos caminos de la clase obrera en el mundo.

El comienzo del desarrollo capitalista en el Uruguay, el alambrado de los campos y la orientación de la producción ganadera para el mercado mundial, la penetración de los primeros capitales británicos, que nos lleva a la condición inicial de país dependiente del imperialismo inglés, traen aparejado la organización sindical y las primeras pugnas del proletariado nacional, allá por los años de 1870. Y también aparecen las luchas de tendencias ideológicas en el movimiento obrero por un lado el anarquismo, fuerza dominante por entonces, y por otro el socialismo, que ayudaron a difundir obreros inmigrantes españoles e italianos, que habían participado en las luchas de la I Internacional dirigida por Marx. En los primeros años del siglo XX, los socialistas empezaron a fundar sus organizaciones independientes, constituyéndose definitivamente en 1910 como Partido político de la clase obrera.

La formación del Partido Socialista, aunque no tuviera una definición ideológica terminante, constituye un acontecimiento de importancia en la historia de nuestro país. Lo subrayaba el hecho de que, en esos momentos, la burguesía nacional, dirigida por Batlle y Ordóñez, llegaba al poder y procuraba supeditar ideológicamente al proletariado bajo las banderas del nacional-reformismo. El abandono de la lucha política por los anarquistas facilitaba a la burguesía nacional este trabajo.

Sin embargo, el Partido Socialista no tenía una definición marxista clara. A pesar de que muchos de sus integrantes son revolucionarios, algunos dirigentes traen a su seno las ideas del revisionismo bernsteineano, importadas al Río de la Plata por el socialista argentino Juan B. Justo: rebajamiento de los objetivos finales del proletariado, prédica de la colaboración de clases, negación de la teoría económica de Marx, del materialismo dialéctico y de la teoría del Estado. El manifiesto inaugural del Partido refleja una posición reformista; "gradualista" la llaman sus autores.

La guerra de 1914-18, la quiebra política de la II Internacional, la Revolución Rusa y la fundación en 1919 de la III Internacional, provocaron el inevitable deslinde de oposiciones en el seno del Partido Socialista. La mayoría del Partido se pronunció contra la guerra imperialista y en apoyo a la Revolución, mientras que el ala reformista se embanderaba con los aliados imperialistas. Las 21 Condiciones para el ingreso a la III Internacional constituyeron la piedra de toque para distinguir a los revolucionarios de los opor­tunistas, eran la base de principios para la formación de verdaderos Partidos revolucionarios de la clase obrera. Más que una comprensión teórica cabal, decide la batalla en el seno del Partido, el prestigio de la Revolución Rusa, la audacia revolucionaria de los "bolcheviques", que despierta la admiración y el afecto de los militantes del movimiento obrero uruguayo. Al mismo tiempo, la clase obrera, radicalizada y sacudida por el resplandor de la Revolución de Octubre, desataba grandes huelgas en el Puerto, en los frigoríficos, en el transporte y en diversas industrias de Montevideo y en varias localidades del interior.

En esas condiciones, en septiembre de 1920, la mayoría del Partido Socialista resuelve adherir a la III Internacional y cambiar su nombre por el de Partido Comunista. El Partido eligió así la senda del marxismo, la senda de Lenin, la senda de la Revolución Rusa. Eligió la ruta revolucionaria de la clase obrera y no el camino del reformismo pequeño- burgués.

Era un paso decisivo. Pero la construcción de un Partido revolucionario, tal como lo quería Lenin, pertrechado con la teoría del marxismo-leninismo, organizado según los principios del centralismo democrático, estrechamente vinculado a las masas proletarias y populares, no se resolvía ni podía resolverse en ese Congreso inicial. La lucha por la formación del Partido leninista es todo un proceso que comprende determinadas etapas, que requiere que las masas y el Partido hagan su propia experiencia política, que implica la for­mación de sus cuadros y la forja de su dirección. Ese proceso es, en síntesis, la lucha por el leninismo en nuestro país, lucha en la que sigue empeñado nuestro Partido; esta lucha prosiguió en cada giro histórico en una etapa superior y cuyo nuevo impulso luego del XX Congreso del P.C.U.S. contri­buirá a la maduración del movimiento comunista en el país.

IV- Cuatro etapas en la formación ideológica y orgánica de nuestro Partido

La historia de nuestro Partido, desde el punto de vista de su formación puede dividirse a primera vista en cuatro etapas. En cada una de ellas, el Partido ha cometido errores, pero en lo sustancial, aún a través de los zigs-zags de su marcha, ha avanzado en su proceso ideológico y en una más ajus­tada comprensión de sus grandes tareas nacionales. Ello fue posible, aun en las horas de crisis, porque a todos estos períodos los une un rasgo común, la acendrada valoración en el Partido del papel histórico de la revolución rusa y de la obra señera del gran Partido que formara Lenin.

El primer período abarca desde la fundación del Partido hasta el VII Congreso de la Internacional Comunista. Es este un período de formación y, en cierto modo, de definición del Partido como Partido Comunista, de pre­cisión de su ideología marxista y de sus formas de organización comunistas.

Tres peculiaridades nacionales subrayan la importancia de este deslinde de posiciones: a) la poderosa influencia ideológica del batllismo que, utilizando una activa demagogia y una intensa prédica nacional reformista, procuraba lograr la hegemonía política de la burguesía nacional sobre las masas, minar la independencia de la clase obrera y negar la necesidad de un Partido pro­letario; b) la importancia que tiene en el Uruguay -como en otros países latinoamericanos- la pequeña burguesía universitaria que reivindicaba una posición dirigente en el proceso social; c) la reconstrucción del Partido Socia­lista, entonces una fuerza cerradamente anticomunista y de derecha.

La inmadurez del Partido, su conocimiento fragmentario de las tesis leninistas acerca de la revolución en los países coloniales y dependientes, la necesidad de definir con el oportunismo socialdemócrata la esencia revolu­cionaria del marxismo, lo incapacitaba para llevar a cabo la más difícil tarea: la política de "unidad y lucha", es decir, de educación del proletariado como fuerza independiente que brega por su hegemonía y procura desarrollar su Partido, pero que, a la vez, busca aliados en el campo, en la pequeño-burguesía y en la burguesía nacional frente al imperialismo y a los terratenientes semi-feudales.

El reducido peso específico del proletariado y el gran peso político de la burguesía nacional (el batllismo de entonces) ensanchaban las dificultades. El Partido cae así, en el verbalismo revolucionario, en un infantilismo izquierdista, que hoy es fácil de advertir.

No hay una correcta definición del carácter de nuestra etapa revoluciona­ria y, por ende, no hay una comprensión del papel dirigente del proletariado al frente del conjunto de las capas populares; el Partido esgrime, agita y trasplanta mecánicamente consignas correspondientes a otras etapas y situa­ciones revolucionarias, aislándose sectariamente de las amplias masas.

No obstante, a pesar de estos errores, sería incurrir en superficialidad y jactancia si se formulara sólo negativamente esta etapa. El proceso de deslinde del Partido fue necesario; además, el Partido difunde entonces, aunque en forma fragmentaria, el marxismo; hace conocer obras fundamentales como "El Estado y la Revolución", "La revolución proletaria y el renegado Kautsky" y "El imperialismo, fase superior del capitalismo" de Lenin, que contribuyen a formar cuadros en el movimiento obrero y una conciencia antiimperialista de base científica en nuestro país. Pero, lo que es fundamental, el Partido hace penetrar profundamente la idea del internacionalismo proletario y su expresión concreta: la divulgación del significado de la Revolución de Octubre y la defensa de la Unión Soviética, la solidaridad combativa hacia el país del socialismo. A lo largo de este período, que fue de duros combates, a veces de heroísmo, el Partido procura estructurarse, en lo fundamental, de acuerdo a los principios del centralismo democrático, desfigurados muchas veces sin duda de manera sectaria y forja a sus cuadros en un estilo de lucha combativo y que no vacila ante la necesidad del sacrificio.

En síntesis, fue un período de afirmación de las cualidades del Partido que contribuyó en no pequeña medida, a asegurar la existencia y la continui­dad del Partido en todas las circunstancias posteriores, a pesar del atraso ideológico, del sectarismo y del infantilismo de su actuación.

El segundo período va desde el VII Congreso de la Internacional Comunista hasta la derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial. Los pueblos comienzan a comprender la gravedad del peligro que entrañaba el nazi-fascismo. La lucha contra el fascismo recorre el mundo; se forman los Frentes Populares en Francia, en España, en Chile; el pueblo español, con el apoyo solidario de las fuerzas democráticas de todo el mundo, defiende con las armas en la mano la democracia y la libertad amenazadas por los fascistas.

El VII Congreso significó un poderoso impulso a todo el movimiento co­munista mundial, dio un envión gigantesco a la lucha de los pueblos. Al es­clarecer algunos aspectos esenciales de la táctica leninista, la concentración del fuego sobre el enemigo fundamental, la necesidad para el proletariado de rodearse de aliados, de acuerdo a cada etapa de la lucha, al insistir en la dis­tinción planteada por Lenin en el II Congreso de la Internacional Comunista entre el carácter de la revolución en los países imperialistas y en los países coloniales y dependientes, el VII Congreso ayudó mucho a nuestro Partido a avanzar en una comprensión más rica y profunda del leninismo y a una valoración más acabada de sus tareas respecto a la realidad social y política del país.

El Partido definió mejor el carácter de nuestra revolución, hizo una valo­ración más exacta de los aliados del proletariado; el campesinado y las capas medias, y comprendió mejor el papel de la burguesía nacional; barrió las concepciones sectarias anteriores en cuanto a la democracia burguesa y realzó el interés que tiene el proletariado en defenderla frente al fascismo. El Partido se empeñó en llevar estas ideas a la práctica. El Partido denuncia combativamente el carácter de la amenaza fascista y a él se debe la profundidad con que caló en nuestro pueblo el sentimiento antifascista. Un grupo importante de militantes de nuestro Partido combate en la guerra española y muere en sus trincheras. El Partido encabeza y es organizador principal del vasto movimiento popular de solidaridad con la República Española, que fue importante escuela política para nuestro pueblo. El Partido actúa en primera fila en la lucha contra la dictadura de Terra, impulsa la unidad de los partidos opositores, logrando en este camino algunos éxitos importantes; el Partido se convierte de este modo en un factor del restablecimiento de la democracia en el país. Al producirse la agresión nazi a la URSS, el Partido contribuye a levantar el amplio movimiento de ayuda a la Unión Soviética y sus aliados en la guerra, el más grande movimiento de masas en la historia nacional. La elevación vertical del prestigio de la URSS entre las masas determina que se reanuden con ella las relaciones diplomáticas que habían sido rotas por Terra. Al mismo tiempo, durante todo este periodo, la organización y lucha independientes del proletariado se desarrollan con amplitud; se funda la Unión General de Trabajadores, (UGT), que congrega en su seno a gran parte de la clase obrera.

Todo esto atestigua que el Partido había superado en gran medida sus errores sectarios anteriores y tomaba el camino de las masas. El Partido crece considerablemente, logra importantes éxitos electorales y mejora su compo­sición de clase. Sin embargo, el Partido no realiza una revisión ideológica verdaderamente profunda y cae en nuevos errores, esta vez fundamentalmente de derecha. En el Partido penetra la ideología nacional-reformista y, en los últimos años de la guerra, las tendencias browderistas; estos errores estuvieron en la base de algunas posiciones equivocadas en el movimiento obrero que per­judicaron la unidad del proletariado.

Por otro lado: la vida del Partido empieza a deformarse al compás de la sustanciación del "culto a la personalidad". El Partido entra en un período de luchas internas en torno a discrepancias a menudo parciales que eran transformadas, sin embargo, en diferencias irreconciliables que llevaban a crisis internas y a la expulsión de muchos viejos militantes, injustamente motejados de enemigos del comunismo.
En el cuadro de éxitos de masas y de avances reales del Partido en todos los órdenes, estos errores se manifestaban menos crudamente, pero esas desviaciones ideológicas y la deformación contraria al centralismo democrático de la vida interna que afloran en este período, crean las premisas para los principales errores del tercer período de su historia, que conducen a la crisis del Partido en julio de 1955.
El tercer periodo abarca los diez primeros años de la posguerra. En este período el Partido salía a una nueva situación. El imperialismo, particularmente el imperialismo yanqui, se lanzaba de lleno a la preparación de la guerra antisoviética, encendía la histeria anticomunista y el maccarthysmo, concentraba el fuego para aislar al Partido y quebrar la unidad obrera. La ofensiva del enemigo fue muy dura y hasta 1950-51 se caracterizó por el intento de pasar a formas fascistas de ataque al Partido.

En ese período, el Partido procuró denunciar al imperialismo y a sus agentes, promover la lucha por la paz, defender las reivindicaciones de los trabajadores, desbaratar las provocaciones antisoviéticas. Si la organización sindical se mantuvo en pie, si la represión no se abrió paso, si el Partido no fue ilegalizado, ello se debió fundamentalmente a la lucha abnegada realizada por nuestros militantes. Sin embargo, el Partido podía haber conservado en mayor grado sus fuerzas, defendido mejor la unidad obrera y organizado con mucha mayor amplitud las acciones de masas contra el imperialismo y por la paz, si su acción no hubiera estado trabada por los errores del pasado, que se agravaban con el transcurso del tiempo.

Los problemas ideológicos no superados, mantuvieron al Partido oscilando entre el oportunismo de los planteos seguidistas y el sectarismo de querer resolver con resoluciones trasplantadas al movimiento obrero las cuestiones que correspondían a la labor partidaria; se violaban así groseramente las nor­mas leninistas acerca de las relaciones del Partido con las masas. Cuando la ofensiva del enemigo arreciaba, se encerró al Partido en discusiones estériles, llevadas a cabo con métodos de "lucha excesiva", que desembocaban inevita­blemente en nuevas crisis y desgajamientos de militantes; se golpeó y retaceó los medios de propaganda naturales y fundamentales del Partido. La vida in­terna se desarrollaba en medio de violaciones a los principios del centralismo democrático y de la disciplina partidaria, igual para todos; se ahogó la crítica y la autocrítica, se anuló el principio de la dirección colectiva en aras del "culto a la personalidad", se siguió una política de cuadros aventurera, de persecución a los viejos cuadros experimentados y de promoción sin principios de gentes inexperimentadas a puestos decisivos.

Se desmoralizaba así al Partido, se torturaba su organización, se separaba al Partido de las masas y se sustituía por una concepción "blanquista" su papel de vanguardia. El Partido fue llevado de ese modo a la crisis de julio de 1955, en la cual, apenas abierta la discusión sobre los problemas de prin­cipios, Eugenio Gómez, entonces su secretario general, abandona el Partido, lo ataca desde la prensa burguesa y pasa a desplegar el más grosero antisovietismo y anticomunismo. En la traición de Gómez quiebra el menosprecio ideológico por el marxismo-leninismo, sustituido por concepciones nacional-reformistas; quiebra la mentalidad de colocarse por encima del Partido y de sus organizaciones, la separación del Partido y de las masas; quiebran la rutina y el conservadurismo unidos al desprecio a los cuadros y a los afiliados del Partido. Quiebra, en fin, la suficiencia nacionalista y el desprecio por la ex­periencia internacional del proletariado y ante todo por la experiencia del Partido Comunista de la Unión Soviética.

El cuarto período se inicia en el XVI Congreso de nuestro Partido (septiembre de 1955) y comprende las aportaciones fundamentales del XX Con­greso del Partido Comunista de la Unión Soviética.
El XVI Congreso constituye un importante viraje en el largo proceso de la formación ideológica, política y organizativa del Partido Comunista del Uruguay.

En sus 37 años de vida, el Partido ha procurado llevar a la práctica las ideas del marxismo-leninismo. Posee una trayectoria internacionalista expre­sada en la adhesión a la Internacional Comunista, en la defensa permanente de la causa del socialismo y de la Unión Soviética, en la ayuda a España y en la solidaridad con todos los perseguidos por el fascismo; en la brega cons­tante en favor de la paz mundial. Sus militantes, entregados a la causa de los derechos e intereses de la clase obrera, demostraron siempre un gran espíritu de sacrificio; a su esfuerzo se debe a la existencia de la organización obrera en el país. Luchador por la independencia y la soberanía nacional, nuestro Partido posee un rico historial de lucha contra la reacción, el fascismo y el imperialismo. Ha dado pruebas de su capacidad para unir a las masas frente a la reacción y de su preocupación permanente por educarlas en las ideas de la democracia, de la liberación nacional y del socialismo.

El Partido se enorgullece de que en sus filas militan destacados y queridos dirigentes de la clase obrera y del pueblo, así como muchas de las más destacadas figuras de la cultura nacional.

El XVI Congreso se esforzó por recoger este legado de experiencias del Partido, tanto en sus aspectos ideológicos y teórico-políticos, como en cuanto a los métodos de relación con las masas y con sus organizaciones. Inspirándose en los principios del marxismo-leninismo y en la múltiple práctica del mo­vimiento obrero internacional, el XVI Congreso procuró sistematizar nuestra propia experiencia, donde los aciertos y los errores se mezclaban en forma abigarrada, con vistas a educar al Partido y a elaborar, en lo posible, una orientación unitaria correcta para todos los campos de nuestra actividad. El XVI Congreso tuvo, en este sentido, el gran mérito de unir, en lo esencial, al Partido sobre una base de principios, de preservar su unidad entonces gravemente amenazada y de elevar su capacidad combativa y realizadora. Supo a la vez, encarar una profunda revisión ideológica, evitar el peligro de una estéril discusión disgregadora puramente interna, rechazar con energía toda tendencia al vilipendio indiscriminado del pasado del Partido y, lo que es fundamental, supo conducir a éste por los caminos de la lucha de masas. El XVI Congreso advirtió que no se debía detener la lucha al frente de las masas a pretexto de la imprescindible revisión ideológica que el Partido emprendía y que no se debía detener el estudio crítico y autocrítico de la actividad pa­sada, general, del Partido, a pretexto de las impostergables tareas a realizar. El esfuerzo por situar la labor del Partido dentro de este armónico encaramiento de discusión y lucha, esfuerzo no siempre triunfador, constituye un mérito no despreciable del XVI Congreso de nuestro Partido.

El XVI Congreso previno que sería "una ilusión perniciosa creer" que las cuestiones encaradas quedarían resueltas automáticamente en los días subsiguientes a sus deliberaciones. Consciente de estar ante una tarea difícil y pro­longada, el Partido emprendió la labor compleja de revisión ideológica, de reelaboración de la estrategia y la táctica, de replanteamiento del sistema de relaciones con las masas, y en particular, de estudio de los métodos adecuados de actuación, de restauración de las normas del centralismo democrático y de formación de una dirección colectiva. El XVI Congreso se esforzó por ofrecer respuestas claras a múltiples cuestiones ideológicas, políticas y de organización planteadas agudamente por la vida. Ellas pueden sintetizarse en cinco direccio­nes principales:

1) El Congreso definió claramente el carácter agrario-antiimperialista de la etapa revolucionaria de nuestro país, precisó cuáles son los enemigos fun­damentales de la nación, el imperialismo, los terratenientes semifeudales y la gran burguesía antinacional. Los cambios de estructura que la situación del país reclama sólo podrán realizarse a través de la toma del poder por un conjunto de fuerzas populares agrupadas en un Frente Democrático de Libe­ración Nacional. La clase obrera está llamada a ser la fuerza dirigente de este Frente. Para conquistar esa posición rectora la clase obrera debe forjar una estrecha alianza con los campesinos, alianza que constituye la base del Frente de Liberación Nacional, en torno a la cual se agruparán el conjunto de las masas populares, los estudiantes y la intelectualidad patriótica y otras capas de la pequeño-burguesía urbana; la fuerza de este movimiento será capaz de condicionar la participación en esta alianza de la burguesía nacional. Tal concepción estratégica asestaba un golpe demoledor a las concepciones na­cional-reformistas anteriores, que sustituían en la práctica la alianza obrero-campesina por la coalición de la clase obrera con la burguesía nacional. Al mismo tiempo, el Congreso refirmó una clara posición internacionalista pro­letaria, denunciando la infiltración del nacionalismo burgués en las filas del Partido y destacando que la revolución de liberación nacional era parte inte­grante de la revolución socialista mundial.

2) El Congreso estableció las bases de la táctica política del Partido, posteriormente elaboradas con más profundidad por diversos documentos, que definen la necesidad de un cambio en la vida del país expresado en una política exterior independiente, en la defensa y ampliación de las libertades democráticas, en la defensa de la economía nacional frente a los monopolios imperialistas y en la satisfacción de las reivindicaciones inmediatas de las masas. En torno a esta plataforma es posible desarrollar el Frente Único de combate del proletariado, los campesinos, los empleados, los jubilados, los estudiantes e intelectuales, los pequeños y medios industriales y comerciantes, aislar a los agentes más descarados del imperialismo norteamericano y lograr un desplazamiento de la correlación de las fuerzas políticas favorable a la paz, la independencia nacional, la democracia y el progreso del país.

3) El Congreso sometió a una profunda revisión las relaciones del Partido con las masas, basándolas en una clara comprensión del papel y significado del Partido como vanguardia del proletariado y el pueblo, como su fuerza dirigente y, al mismo tiempo, como el instrumento creado por las masas para su auto-liberación. Esta revisión supuso el examen de varios métodos de trabajo en las organizaciones de masas. Por una parte significó multiplicar el trabajo de los comunistas en el movimiento de masas, esclareciendo hasta el fin el estilo de esta labor y rechazando las concepciones "izquierdistas" que lo entorpecían; eran menester métodos de trabajo y concepciones de la organización obrera y popular, que tuvieran en cuenta cuidadosamente "el estado de las fuerzas, tanto del proletariado y el pueblo como de sus enemigos, el grado de organización y de conciencia de las masas, las tradiciones que pesan sobre ellas, las diversas formas de movimiento a desarrollar". Por otra parte, signi­ficaba multiplicar los medios para estrechar los vínculos inmediatos del Partido con las masas y para que éste apareciera ante ellas con su verdadera fisonomía. Para ayudar a este viraje en la actividad del Partido, éste dedicó atención primordial a la edición de un diario capaz de llegar a las capas obreras y populares, y a la edición de un grupo de amplios periódicos partidarios para las grandes fábricas y centros obreros.

4) El Congreso revisó las normas organizativas y los métodos de la vida interna, basándolos en la aplicación consecuente de los principios leninistas del centralismo democrático. Se impulsó un amplio desarrollo de la democracia interna, de la crítica y la autocrítica, de un real intercambio de opiniones en el seno de los organismos; se iniciaron esfuerzos tendientes a vencer el atraso ideológico de la dirección y de todo el partido. Al mismo tiempo, el Congreso puso el acento en la lucha contra todo germen de agrupamiento fraccional en la defensa de la unidad del Partido y de su disciplina.

5) El Congreso encaró la tarea fundamental de la formación de la dirección del Partido; tuvo en cuenta para ello una acertada combinación de viejos y nuevos militantes, con un peso importante de cuadros obreros vincu­lados directamente a los centros fundamentales del proletariado. Puso el acento en el trabajo colectivo de la dirección, en la lucha contra toda posibilidad de "culto a la personalidad", buscando forjar una dirección modesta y laboriosa, vinculada a la base del Partido y a las masas; una dirección asentada en una labor ideológica común y en el estímulo a la independencia de los cuadros.

Tales son, en síntesis apretada, los principales aportes del XVI Congreso, que contribuyeron no poco a que la actividad del Partido se convirtiera en uno de los factores importantes para el desarrollo impetuoso de las luchas de masas y para el progreso de la unidad obrera y popular que se observaron en los dos años transcurridos desde entonces.


 [1] Fragmento del artículo de Rodney Arismendi “EL Partido Comunista de Uruguay ante el XL aniversario de la Revolución de Octubre”. Revista Estudios Nº 7 - Noviembre de 1957.

 Tomado de: http://www.pcu.org.uy/el-partido/item/3-fundacion-del-pcu

miércoles, 18 de septiembre de 2013

¿Tan malo era el comunismo?

por

  Una bella mujer dirige el tráfico en Kiev  en el verano de 1947 (foto Robert Capa)  
 Digo yo, que no soy comunista, y esto lo tengo más por un defecto que por ningún acierto, que si te insisten con algo con tanta constancia, con tanta exageración, con incluso tanto odio, debes pensar que lo que están diciendo puede ser cierto o no serlo, pues puede haber, debido al modo y frecuencia en hacerlo, junto a la falta de evidencias claras, algún interés en ello. Me estoy refiriendo, por si alguien no se aclaraba, a como nos han hecho odiar a un sistema social y político que se llamó el comunismo. Nos lo han enseñado a odiar y a despreciar en casa, porque a nuestros padres así se lo enseñaron, aunque nunca estuviesen en la Unión Soviética ni conociesen a nadie que estuviese allí, nos lo han enseñado, a odiar y a despreciar, en la escuela, en el instituto y en la propia universidad. Porque se decía que era ineficiente, brutal, porque perseguía a la religión y a quienes piensan diferente, porque no permitía la libertad de expresión y por otras tantas cosas que ya uno ni se acuerda. Es cierto que nos lo han enseñado a odiar, otra cosa es que lo hayan conseguido. ¿Por qué odiar a un sistema de gobierno que persigue el bienestar general y que nadie quede desamparado? ¿Por qué rechazar a este y tomar otro donde solo cuenta el interés personal y el cómo hacerse más rico sin mirar a los demás? ¿Por qué preferir a este último sistema, el capitalismo, respecto al primero? Muy desalmado habría de ser uno, ¿no creen?
Bien, entremos a las acusaciones y comparémoslo con lo que tenemos.
 
¿Fue ineficiente el comunismo?
Descubrí que los métodos de eficiencia se usan en la URSS al igual que en los Estados Unidos, aunque con propósitos diferentes. En los Estados Unidos se le pide al experto en eficiencia obtener más beneficios para los accionistas, mientras que en la URSS la eficiencia se utiliza para sacar más producción con el objetivo de abastecer la demanda de los consumidores, ya que hay un déficit de textiles. El producto de este incremento de la producción se devuelve a los obreros en forma de salarios más altos, nuevas maquinarias, más vacaciones, etc. (1)
Esta explicación tal vez exprese mejor que ninguna otra la diferencia entre una empresa capitalista y una que no lo es. En la primera, la capitalista, prima el máximo beneficio para los amos, para los propietarios, a costa de quien sea, especialmente del propio trabajador, que se convierte en un gasto más a controlar. En el segundo caso, en el caso comunista, vemos que la empresa tiene una función que debería tener toda empresa, satisfacer las necesidades de la gente, tanto por suministrar los productos que la población necesita, como por preocuparse por las personas que la conforman y la hacen posible, los trabajadores. Por consiguiente, no es que no fuesen eficientes las empresas en la antigua Unión Soviética, a la vista está el progreso económico y técnico experimentado por esta gran nación, sino que la eficiencia se medía en la satisfacción del conjunto de la población, no en el de una minoría opulenta y demasiado rica y avariciosa.
Las empresas en el periodo comunista no eran un completo desorden donde reinaba la dejadez y la holgazanería.
“La granja estatal se llevaba como una empresa americana. Tenía su director, su equipo directivo, y sus empleados. Los trabajadores de la granja vivían en casas de apartamentos nuevas, limpias y agradables. Cada familia tenía su propio apartamento, y si las mujeres trabajaban en el campo había guarderías donde dejaban a sus hijos”. (2)
 
En las granjas colectivas era algo diferente, cada granjero tenía una participación en los beneficios colectivos y los miembros de esta podían recibir préstamos a bajo interés del Estado.
Respecto a la igualdad y a la competencia en la sociedad y el trabajo, los visitantes ven algo muy claro:
 
“Y aquí, como en todas partes, había condecoraciones a la competencia. Había una muchacha que había ganado una medalla por su velocidad al recoger el té, y sus manos trabajaban como un relámpago en las matas, escogiendo las hojas frescas de un verde más claro y poniéndola en la cesta que acarreaba”.(2)
 
Esto es perfectamente entendible, toda sociedad funciona así. De hecho, un incentivo para la mejora es la competencia. Y en una sociedad que mejoraba económica y técnicamente a pasos agigantados esto era necesario. Por tanto, el mito de la igualdad como sinónimo de que da igual si lo haces bien que mal, tiene poco que ver con la Rusia soviética, ahí están sus resultados. En esto tampoco hay tanta distancia con Estados Unidos, porque este país progresó también en gran medida gracias a la valoración de la capacidad de emprender y de trabajar, siendo la competencia uno de sus motores. Luego vendrían los monopolios, cada vez mayores, que crearon una sociedad estadounidense muy desigual y desequilibrada, algo que finalmente pasará una costosa factura que puede poner en el borde del abismo a esa misma sociedad.(3)
Las condiciones laborales y de vida de los trabajadores eran mejores, algo que en nuestro mundo no importa, no importa en los medios de comunicación, no importa en las juntas de accionistas, solo importa que ganen más dinero quienes ya lo tienen en cantidades para dar y tomar. Una concepción muy materialista de la vida y de poca humanidad.
Visité la fábrica “La Rosa Roja” en Leningrado, que es la mayor fábrica textil de Europa. Fabricaban productos acabados de algodón y algo de lana. En 1930 el salario promedio en la fábrica era de 93 rublos al mes. En 1935 es de 184, y muchos obreros ganan bastante más. 

Las mujeres reciben igual salario que los hombres por el mismo trabajo.
Todas las máquinas peligrosas están protegidas. Algunas máquinas que no habríamos pensado en proteger en los Estados Unidos (por ejemplo, las poleas de correa inferiores en la sala de corte) están cubiertas. En la sala de tejido se cubre la zona donde la lanzadera golpea el interior de la carcasa.
La comida de un obrero con familia cuesta alrededor de 168 rublos al mes. Los trabajadores pagan el 10% de su salario por el alquiler. Las cuotas sindicales representan el 1% de los salarios mensuales. (1)
¿Se imaginan una sociedad así hoy en la misma España, con incremento del poder adquisitivo, con un gasto solo del 10 % del sueldo en vivienda? Y eso trabajando 7 horas al día y 5 días a la semana. Parece un sueño, ¿no?, no obstante, hay una explicación al aumento del poder adquisitivo y a que la vida no fuese cara.
El salario promedio en la Unión Soviética en 1932 era de 108 rublos al mes. En 1933 fue de 198, en 1934 de 217 rublos al mes. En la medida que suben los salarios, el costo de la vida baja. Antes de la revolución, el salario promedio era de 27 a 38 rublos al mes. ¡Y hoy el poder adquisitivo del rublo es tres veces mayor!
¿Cómo es posible que el costo de la vida descienda mientras los salarios suben? En la medida que los trabajadores en las fábricas, minas y talleres, sacan más producción, más y mejores bienes, más riqueza social se produce. Como resultado del aumento de la producción, más y mejores maquinarias se pueden instalar, y los salarios se elevan. Y debido a que no hay beneficios y no existen dueños privados de las fábricas o accionistas, los precios bajan. La producción de las fábricas se establece para un año determinado a través del Comisariado de la Industria Ligera, y se basa en las necesidades de las personas del país, en los materiales que se disponen y en la capacidad de los trabajadores para producir. El cincuenta por ciento de las riquezas incrementadas se destina cada año al Fondo de Condiciones de Vida, lo cual se utiliza para seguir mejorando las condiciones de vivienda y de vida. (1)
No es difícil de entender, los productos, los bienes, y el dinero que se obtiene con ellos, no se dedican a especular, se dedican a la producción de necesidades, a una economía real, a una economía sana con fundamentos reales y al servicio de las personas. Como en nuestro mundo actual, el del neoliberalismo, se hace lo contrario, lo que debería ser normal nos resulta anormal e incluso utópico. Hemos perdido el sentido básico, sensato y real de la economía y así nos va y nos irá.
En la empresa en el sistema comunista se piensa en el trabajador como parte de ella y no en él como en una herramienta para conseguir más beneficios para otros, que precisamente no trabajan. El trabajador es la empresa en todo el sentido de la palabra, en hechos y no solo en palabras.
Un tejedor de seda se ocupa de tres telares como promedio —nunca de seis como ocurre en los Estados Unidos. El máximo número de telares que un técnico de reparación se encarga, es de 40 en las fábricas textiles— nunca de 100 como ocurre aquí. En la sala de corte, cada ayudante realiza las dimensiones para su propio operario de tejedoras, y se encarga de una sola máquina. En los Estados Unidos un ayudante se ocupa de tres máquinas.Puedo decir con toda franqueza que el sistema de stretchout no se usa. Para que puedan entender aquellos que no están familiarizados con la industria textil debo decir que el stretchout es un esquema capitalista con el cual una tarea se incrementa con el fin de obtener la misma cantidad de trabajo mediante el empleo de un menor número de personas y el pago de menores salarios. (1)
El no abuso sobre el trabajador, el pensar en el modo en que dicha labor se realizará en las mejores condiciones, es entender el trabajo como algo digno, como algo cabal y como algo alejado de la explotación y el sufrimiento, todo ello innecesario en un lugar de producción mínimamente  racional.
Y, ¿del desempleo que padecemos?, esa herramienta de sometimiento de las personas. ¿Cómo se concibe que una persona no pueda acceder a un trabajo como medio de sustento para sobrevivir? ¿Cómo puede haber al menos 3 de cada 10 personas sin un empleo, o 5 o 6 de cada 10 jóvenes sin él? ¿Por qué?, ¿a quién beneficia esto? Vean este enlace para entender como el desempleo se utiliza como arma de humillación política y económica contra los seres humanos: El desempleo es una arma política y económica. Imaginen una sociedad sin desempleo, donde incluso la gente puede cambiar de trabajo sin problemas y no cobrando menos. Una sociedad donde la gente no viva con el miedo de si va a tener él o ella y sus hijos algo para comer mañana, si  perderá su vivienda porque perderá su empleo. Se imaginan un lugar donde todo el mundo tiene el sustento garantizado, no gratis, no por caridad y lástima, sino con dignidad, trabajando.  ¿Les parece otra utopía?
Aquí, como en cualquier parte de la Unión Soviética, no había desempleo. En el momento que lo desee, un obrero puede cambiar de puesto de trabajo. Simplemente le dice al supervisor a dónde quiere ir y le da un preaviso con siete días de anticipación. Entonces se le transfiere a su nuevo puesto de trabajo sin pérdida de salario. No pude evitar hacer una comparación mental con la incapacidad de la mayoría de los obreros norteamericanos para mantener su empleo, ya no hablemos de cambiar de un trabajo a otro sin pérdida de salario. (1).
Y, ¿en relación a la persecución religiosa?
En Leningrado me encontré con un antiguo compañero de escuela, Rev. Padre Leopold Brim, quien había asistido conmigo a la escuela parroquial “Sagrado Corazón” en New Bedford. Es un sacerdote católico romano, de ascendencia franco-canadiense como yo, que vive en la Unión Soviética y practica su fe allí. Desde luego resultaba de gran interés para mí, por el hecho de ser yo un practicante católico y de haberme encontrado con un amigo de la infancia que era un sacerdote católico en la Unión Soviética.
Me dijo que el gobierno soviético no tenía ningunas intenciones de interferir con él o con sus feligreses, ni de impedir que practicase libremente su religión. Por supuesto que existe mucho sentimiento antirreligioso entre los obreros, me dijo. Esto es natural, porque, como me explicó, durante el zarismo la religión fue usada por el capitalismo para reprimir a los obreros. Desde que los obreros tienen ahora su propio gobierno y no existe más un gobierno capitalista, la iglesia ha sido separada del Estado. La religión es ahora lo que debe ser: un asunto personal. Cuando le pregunté por qué muchas iglesias se han cerrado y han sido usadas para otros fines, me explicó que la mayoría de la gente que sigue las doctrinas de la iglesia son personas mayores, y que son muy pocos como para contribuir al mantenimiento de tantas iglesias y pagar los impuestos de los bienes de la iglesia. (1)
Esto yo entiendo que es libertad religiosa, aunque me temo que lo que instituciones como la Iglesia católica entienden por tal libertad es que el estado les dé privilegios, que les pague sus sacerdotes, les exima de impuestos y además les dé prebendas. Y tal cosa, por muy acostumbrados que estemos aquí a tales desafueros, no es libertad religiosa, sino abuso de la religión, porque la religión no debe inmiscuirse en la vida política, no debe abusar de los recursos públicos  y es lo que debe ser, un asunto personal, que se debe respetar y que también debe respetar. No es tan difícil de entender.
El fenómeno religioso podía verse y vivirse en cualquier rincón de la Unión Soviética, como en la misma Georgia, el lugar de donde procedía Stalin.
Cuando descendíamos desde la Iglesia de David, las campanas de la catedral tocaban violentamente, y entramos. La iglesia era rica y oriental, y sus pinturas estaban muy negras a causa del incienso y del tiempo. Estaba abarrotada de gente. El servicio lo oficiaba un anciano, con pelo blanco y una corona de oro, tan bello que parecía irreal. El anciano recibe el nombre de Catholicus, es el jefe de la Iglesia de Georgia, y su vestimenta es de hilo de oro. Había gran majestuosidad en el servicio,  y la música del enorme coro era incomparable. El incienso se elevaba hasta el alto techo de la iglesia, y el sol entraba en ella y lo iluminaba. (2), (3)
El tema de la represión, de las matanzas e incluso de los supuestos genocidios en la Unión Soviética está muy sacado de contexto cuando no inventado en muchos casos. En realidad, la brutalidad y barbarie era mucho mayor en la época zarista, y esa brutalidad no ha sido menor, sino todo lo contrario, en las actuaciones que ha llevado a cabo el poder económico, político y militar de los Estados Unidos en su país y en el exterior. Tres cuartos de lo mismo podemos decir de los países europeos o del propio Japón. Por este motivo no vayamos a ver en casa foránea lo que tenemos en mayor abundancia en la nuestra.
Uno de los mitos extendidos en su día por la prensa nazi con el fin de justificar su invasión de los países eslavos, y especialmente de Ucrania, fue el llamado genocidio ucraniano o Holodomor. En relación a él remito a este informe que escribí en febrero de este año: La manipulación emocional de la prensa, el genocidio de Ucrania. Tampoco sigamos con las exageraciones de los millones de encarcelados, de los famosos gulags, atendamos a los datos concretos de la historia. Las investigaciones llevadas a cabo por historiadores occidentales tras la liberación de los registros soviéticos reflejan cifras bastantes más modestas, con una población carcelaria bastante similar a la que hay hoy en día en los Estados Unidos de América. (4), (5)
Con la libertad de expresión deberíamos tener un largo debate, pero atendiendo de nuevo a lo que tenemos en casa, deberemos pensarlo antes de hablar de la del vecino.
Cuando se comparan dos sistemas políticos antagónicos como el capitalismo o el comunismo, se suele admitir que el primero aventaja en algo claramente al segundo, en la libertad de expresión. Pues se vive en un mundo libre donde cada cual puede hacer y decir lo que él mismo quiera y decida. Esto queda muy bien a nivel teórico y mejor como campaña publicitaria, sin embargo, los  hechos, la realidad de los hechos, dice cosas bien diferentes. Así, comenta el historiador norteamericano Michael Parenti:
 
“Los publicistas, eruditos y profesores pueden trabajar libremente en tanto se mantengan dentro de ciertos parámetros ideológicos. Cuando entran a territorio prohibido, manifestando o haciendo cosas iconoclastas, experimentan las restricciones estructurales impuestas a su subcultura profesional por la jerarquía social más elevada”.(6)
 
En el momento que alguien rebasa estos parámetros ideológicos, marcados por los intereses económicos de la élite en el poder, empieza  a tener problemas. Puede ser demandado judicialmente, pero puede, más comúnmente, ser silenciado, no dejándole publicar o expresarse en los medios de comunicación de masas que están férreamente controlados y vigilados por ese poder económico, además también será atacado y vilipendiado por colegas de profesión a sueldo que le harán recapacitar sobre su actitud o lo marginarán. Esto es así porque las corporaciones que dominan la economía en nuestras sociedades tienen también el poder y control sobre los medios de comunicación y sobre la mayor parte de las instituciones, incluidas las políticas y las  docentes. Ante este panorama difícilmente se puede hablar de libertad de expresión, ¿no lo creen? (7)
El comunismo, por muy gris y oscuro que nos lo hayan pintado, no lo veían así quienes vivían en él, al menos lo cuentan buena parte de aquellos que estuvieron viviendo en este sistema y ahora sufren otro, el nuestro, el capitalismo feroz que lo devora todo, el medio ambiente y los seres humanos.
Cuando la gente me pregunta cómo era crecer detrás del telón de acero en Hungría en los años setenta y ochenta, la mayoría espera escuchar cuentos de policía secreta, las colas de pan y otras declaraciones desagradables sobre la vida en un estado de partido único.
 
Ellos quedan siempre decepcionados cuando les explico que la realidad era muy diferente, y Hungría comunista, lejos de ser el infierno en la tierra, era en realidad, más bien un lugar divertido para vivir. Los comunistas proporcionaban a todos con trabajo garantizado, buena educación y atención médica gratuita.
 
Pero quizá lo mejor de todo fue la sensación primordial de la camaradería, el espíritu que falta en mi adoptada Gran Bretaña y, de igual forma, cada vez que voy de regreso a la Hungría actual. (8)
 
Ciertamente la solidaridad real, el pensar en los demás, no es la mejor de nuestras virtudes hoy en día.
Porque me temo que a muchos de los que critican el comunismo lo que realmente les molesta es la disminución o la eliminación de las clases sociales y privilegios.
[…] Una de las mejores cosas fue la manera en que las oportunidades de ocio y vacaciones se abrieron a todos. Antes de la Segunda Guerra Mundial, las vacaciones estaban reservadas para las clases altas y medias. En los inmediatos años de la posguerra también, la mayoría de los húngaros estaban trabajando muy duro para reconstruir el país, las vacaciones estaban fuera de cuestión. 
 
En los años sesenta, como en muchos otros aspectos de la vida, las cosas cambiaron para mejor. A finales de la década, casi todo el mundo podía permitirse el lujo de marcharse, gracias a la red de subsidios a sindicatos, empresas y cooperativas de centros vacacionales.
El gobierno entendió el valor de la educación y la cultura. Antes de la llegada del comunismo, las oportunidades para los hijos de los campesinos y la clase obrera urbana, como yo, para ascender en la escala educativa eran limitadas. Todo eso cambió después de la guerra. (8)
Cómo se tiene que sufrir viendo que quienes estaban bajo tu zapato o bastón de mando se ponen a tu nivel, o mejor dicho, superan claramente tu nivel en todos los sentidos: humano, intelectual e incluso material. El capitalista no soporta estas cosas, le dan un mal, le provocan un mal, pueden con su codicia, con su intolerancia, con su envidia. Por este motivo los capitalistas, cuando tuvieron oportunidad, arremetieron contra este sistema que igualaba en oportunidades a las personas, aunque no las hiciese iguales, dos cosas bien diferentes.
Cuando el comunismo en Hungría terminó en 1989, no sólo fui sorprendida, también estaba entristecida, al igual que muchos otros. Sí, había gente marchando en contra del gobierno, pero la mayoría de la gente común – yo y mi familia incluida – no participó en las protestas. 
 
Nuestra voz – la voz de aquellos cuyas vidas fueron mejoradas por el comunismo – rara vez se escucha cuando se trata de discusiones sobre cómo era la vida detrás del Telón de Acero. En cambio, los relatos que se escuchan en el Occidente son casi siempre desde la perspectiva de emigrantes ricos o los disidentes anti-comunistas con un interés personal.  (8)
En toda forma de política o de economía hay pros y contras, cosas que están muy bien y otras que no tanto. En el nuestro, en el capitalismo, hay algunas, además de las comentadas, que fallan de forma estrepitosa
La Cultura se consideró como extremadamente importante por el gobierno. Los comunistas no quieren restringir las cosas buenas de la vida para las clases altas y medias - lo mejor de la música, la literatura y la danza eran para el disfrute de todos. Esto significó subvenciones generosas para las instituciones, incluyendo orquestas, óperas, teatros y cines. Los precios de las entradas estaban subvencionados por el Estado, por lo que las visitas a la ópera y el teatro eran asequibles. La programación en la televisión húngara reflejaba la prioridad del régimen para llevar la cultura a las masas, sin estupidización. Cuando yo era adolescente, la noche del sábado en prime time por lo general significaba ver una aventura de Julio Verne, un recital de poesía, un espectáculo de variedades, una obra de teatro en vivo, o una sencilla película de Bud Spencer. Veinte años después, la mayor parte de estos logros han sido destruidos. Las personas ya no tienen estabilidad en el empleo. La pobreza y la delincuencia van en aumento. Personas de clase trabajadora ya no pueden permitirse el lujo de ir a la ópera o el teatro. Al igual que en Gran Bretaña, la televisión ha atontado en un grado preocupante – irónicamente, nunca hemos tenido Gran Hermano bajo el comunismo, pero lo tenemos hoy. Y lo más triste de todo, el espíritu de camaradería que una vez se disfrutó casi ha desaparecido. (8)
En la vida las personas, los acontecimientos o las ideologías no son blanco o negro, el comunismo no era negro, por muchos libros poco históricos que se publicaron y se publiquen al respecto. Tenía cosas buenas, muy buenas, y era, nos guste reconocerlo o no, mucho mejor para los trabajadores, para los que levantan y mantienen la sociedad. Para los que viven un poco del cuento, para los que no dan un palo al agua y se aprovechan de los méritos de las herencias puede que no fuese tan bueno, pero no por culpa de este sistema, mucho más justo que nuestro capitalismo.
 .
Notas:
(1) William H. Duprey. De como engordé buscando el hambre en la Unión Soviética.Mancha Obrera, 19.4.13.
(2) John Steinbeck. Diario de Rusia. Capitan swing libros. 2012.
(3) Mikel Itulain. Diario de Rusia. Enlace
(4) Mario Sousa. Lies concerning the history of the Soviet Union. NorthStar, 1.6.1998.
(5) Entrevista al historiador Viktor Zemskov. Todos los muertos de Stalin. La Vanguardia, 3.6.2001.
(6) Michael Parenti. La lucha de la cultura. Hiru. 2007.
(7) Mikel Itulain. No dejemos que el periodismo sea una causa perdida en el mar de los intereses económicosEnlace
(8) Zsuzsanna Clark. Oppresive and grey? No, growing up under communism was the happiest time of my life. Daylymail, 17.10.2009.
Hay traducción al castellano: Enlace