Señor presidente, hoy se cumplen 40 años del asesinato de 8 obreros en
el local del Seccional 20º del Partido Comunista de Uruguay, en la zona
del Paso Molino.
Este crimen, que aún continúa impune, es uno
más de una dolorosa y larguísima lista de crímenes de la represión,
durante la dictadura y antes, pero por sus características especiales
sigue resonando en las conciencias de las mujeres y los hombres
demócratas del Uruguay.
En la noche entre el 16 de abril y el
17 de abril de 1972 un comando de las Fuerzas Conjuntas asaltó el local
del Partido Comunista, en su interior, como en todos los locales
partidarios había un grupo de militantes, en este caso obreros de la
zona, desarmados.
En la noche del 16 de abril, los vecinos y
los militantes del PCU, vieron movimientos extraños, inusuales, en las
cercanías del local. Cuando avanzó la noche, había un numeroso grupo de
efectivos de civil, uniformados, camionetas y coches policiales, cerca
del local.
Los efectivos militares y policiales y algunos
paramilitares de ultraderecha que también participaron balearon a
mansalva el local, los vecinos relatan aún hoy con asombro y temor, que
parecía una guerra, balas de todos los calibres, de revólveres, de
pistolas y de fusiles de guerra impactaron contra las paredes, la puerta
de entrada y contra la azotea, donde había un grupo de compañeros de
vigilia.
Tiraron desde Agraciada y también desde atrás, desde
una casa que ocuparon para ello en Valle Edén. No hubo respuesta desde
el local del PCU, no podía haberla, los compañeros estaban desarmados.
En la bacanal de fuego, en los cientos de balas disparadas, cae
gravemente herido, de un balazo en la cabeza, el capitán del Ejército,
Busconi. En ese momento quiénes estaban a cargo de la operación dijeron
que fue un balazo disparado desde el local del PCU. Una mentira más, de
las tantas. Esa versión desató aún más la saña asesina.
Los
gritos que recuerdan los vecinos y los que sobrevivieron porque no
fueron encontrados por los asaltantes no dejaban lugar a dudas sobre la
intención de la operación: “Que no quede uno vivo”, “Hay que matarlos a
todos”, eran las ordenes y consignas que corrían entre los asesinos.
Algunos militantes comunistas fueron heridos en la balacera previa al
asalto y en esa situación fueron sacados a la calle, otros salieron
ilesos del local, con las manos en alto, todos fueron recibidos a
balazos cuando pisaron Agraciada. Algunos murieron en forma instantánea y
otros fueron dejados tirados en la calle, sin atención, en una agonía
de horas, mientras se desangraban.
Los que los mataron,
repito, eran policías y efectivos militares, en una operación diseñada
por sus mandos y ejecutada fríamente. Investigaciones posteriores y
denuncias realizadas en este mismo Parlamento, por los entonces
diputados del PCU, Jaime Pérez y Rodney Arismendi, probaron sin lugar a
dudas que fue una operación planificada fríamente y que estuvo dirigida
por el Estato Mayor Conjunto, el ESMACO, dirigido en ese época por el
general Gregorio Alvarez, luego dictador.
Así murieron Luis
Alberto Mendiola, Raúl Gancio, Elman Fernández, Justo Sena, Ricardo
González, José Abreu, Ruben López y Héctor Cervelli.
A 40 años de su asesinato, es bueno, señor Presidente, recordar quienes eran y como murieron.
Luis Alberto Mendiola
Era un obrero, gran parte de su tiempo lo dedicaba a vender El Popular
en la textil La Aurora, le decían “El rey de El Popular” por la cantidad
de diarios que vendía en fábricas y talleres de la zona, venía de
Casupá, tenía 46 años. Se llamaba Luis Alberto en homenaje al caudillo
blanco, pero se hizo comunista y murió siendo tal.
Le disparan
seis veces. El primer balazo es en la cabeza. La bala lo hiere pero no
penetra. El segundo balazo le destroza la cara y sale por la nuca. Los
otros disparos son en el hombro, en un brazo y en las piernas. La
autopsia registra además que hay en su cuerpo "he¬ridas raras",
cortantes como de un arma blanca.
José Abreu
Era
obrero metalúrgico. Trabajaba como peón en la sección moldeo de la
fábrica Nervión, en La Teja. Tenía 37 años. En 1969 se afilió al Partido
Comunista. Tenía cuatro hijos y una mujer jo¬ven, de 22 años.
Le
disparan primero un balazo en el pecho que le perfora el pul¬món. Cuando
ya está caído en la calle le disparan otra vez. Intenta moverse. No
puede. La bala le ha atrave¬sado la médula espinal, y le paralizó las
piernas. Se arras¬tra. Se resiste a morir. Finalmente, unas horas más
tar¬de, la muerte lo vence.
Ricardo González
Tenía
21 años, hacía pocos meses que se había afiliado al PCU. También obrero,
la tarde del 16 de abril estaba jugando al fútbol, cuando llegaron con
el aviso de que se necesitaban compañeros para cuidar la Seccional 20º y
para allí partió.
Fue ejecutado de un solo balazo en la nuca, según la autopsia le fue disparado desde muy cerca.
Rubén López
Era obrero, aunque en abril de 1972 estaba trabajando en un puesto de
verduras cercano al local. Primero le dan un tiro en la nuca y cuando
cae le dan otro balazo en la cabeza.
Elman Fernández
Hace 10 años que estaba afiliado al Partido Comunista, obrero y a la
vez estudiante de música, siguiendo la tradición de su padre que era
violinista de la orquesta del Sodre, a la pasión por la música le unía
otra igualmente intensa por el ajedrez. En el momento de los hechos era
el sereno de la Seccional 20º.
Muere al lado del Seccional, en
la puerta de la casa de Esteban Benlián. El primer bala¬zo, en la
pierna, lo hace caer. El segundo balazo, en la cabeza, lo mata.
Justo Sena
Obrero de Nuevo París, hacía changas, vendía diarios y a veces de albañil.
Le disparan tres veces. La primera bala, que le da en el pecho, lo tira
hacia atrás. Cae y le dan un balazo en el vientre. Lo rematan en el
suelo pero toda¬vía no muere. Con una hemorragia interna llega hasta el
amanecer.
Raúl Gancio
Obrero del vidrio, trababaja
en la fábrica de CODARVI, en La Teja. Era un referente de la Federación
del Vidrio. Tenía 37 años y una hija pequeña a su cargo.
Le
disparan una sola vez. La bala lo hiere en el vientre y cae. Agoniza
durante toda la noche desan¬grándose. Pide que lo atiendan, pide por su
hija, pide que no lo dejen morir. Los efectivos policiales y militares
lo dejan desangrar en la calle e impiden que lo atiendan.
Héctor Cervelli
El Torito, como lo llamaban sus com¬pañeros, era obrero metalúrgico y
fue uno de los funda-dores del sindicato de los obreros metalúrgicos, la
UNTMRA. Vivía en Pueblo Victoria. En abril de 1972 llevaba veinte años
en la sección moldeo de la fábrica Nervión y hacía diez años que estaba
afiliado al Partido Comunista.
Cervelli estaba con José Machado, uno
de los pocos sobrevivientes que luego narró lo sucedido, dentro del
lo¬cal, junto a la puerta de acceso. Fue el primero en salir. Machado lo
vio caer, después un balazo en la cabeza lo derrumbó también a él.
Los dos hombres quedaron tirados frente al Seccional hasta que una ambulancia los trasladó al Hos¬pital Militar.
Cervelli murió el 28 de abril en el Hospital Militar y es el único de
los ocho obreros asesina-dos al que no se le practicó autopsia.
Esos eran los hombres que fueron fríamente asesinados en la madrugada del 17 de abril de 1972.
Vale la pena, señor presidente, llamar la atención en un detalle,
varios de nuestros compañeros fueron ejecutados, como probó la autopsia,
de un balazo en la nuca, de un tiro de gracia. Modalidad de ejecución
que ahora sabemos también se utilizó contra el querido maestro Julio
Castro, así podemos sostener, que también en eso la masacre de la
Seccional 20º fue un anticipo de lo que vendría después, con la
dictadura.
La indignación y la reacción popular no se hicieron
esperar. Esa misma mañana comenzó un paro de los trabajadores de La
Teja, el Paso Molino y el Cerro y luego se extendió convocado por la CNT
a todo el país. Más de 100 mil personas fueron al velatorio y al
sepelio. Todas las fuerzas democráticas repudiaron el hecho,
legisladores de todos los partidos se hicieron presentes. Queremos
recordar, una presencia en especial, el obispo de Montevideo, Monseñor
Partelli, fue al local del Comité Central del Partido Comunista a orar
frente a los féretros de los obreros comunistas asesinados.
Es que
ese día, señor presidente, no sólo se agredió salvajemente, a los
comunistas, al movimiento obrero, al Frente Amplio, a la izquierda, en
realidad señor presidente y así lo entendemos nosotros, se agredió a
toda la sociedad uruguaya democrática, al país entero.
Podríamos hablar mucho, señor Presidente, de las cosas que se dijeron en
ese momento, de la posición de la prensa, de los dichos de los
parlamentarios del Frente Amplio, de las afirmaciones de los
parlamentarios del Partido Nacional y del Partido Colorado, de la
actitud del gobierno que presidía Juan María Bordaberry.
Destacar como en esta masacre, operó ya con mucha claridad, la
estrategia de la mentira y el ocultamiento, buscando la impunidad por
los crímenes. Resaltar como, sin una sola prueba, sin una sola evidencia
testimonial o científica, se insistió en hablar de un enfrentamiento
armado y en culpar a los asesinados por su muerte.
Baste
solamente, señor Presidente, recordar las valientes denuncias realizadas
en este mismo ámbito, por los ya mencionados Jaime Pérez y Rodney
Arismendi, que enfrentaron las falsedades del informe presentado ante la
Asamblea General por el general Magnani. De tal magnitud, fueron las
pruebas y testimonios aportados desmintiendo la existencia de armas en
el local o de cualquier tipo de enfrentamiento, que como recordara
Arismendi años después, el propio general Magnani le dijo anonadado:
“Estoy acongojado. Creo que usted tiene razón”. Pero la mentira siguió
siendo defendida, señor presidente, y el general Magnani, por su acto de
dignidad, fue obligado a renunciar.
La masacre del seccional
20º fue, señor presidente, un aldabonazo a la conciencia democrática del
Uruguay, de su gente, de sus trabajadores. Fue otro anuncio trágico de
lo que vendría en nuestro país, de la represión sin límites, amparada en
el terrorismo de Estado y en la mentira repetida como si fuera verdad.
La combinación terrible del terrorismo de Estado, la mentira, el
ocultamiento y la impunidad.
Fue tal el odio de los fascistas y
los represores con ese Seccional del PCU y con ese episodio, que en la
dictadura ocuparon el modesto local del Paso Molino y lo arrasaron.
Destrozaron su puerta y su fachada, en la que destacadísimos artistas
plásticos habían hecho un homenaje a los obreros asesinados. Mutilaron
el busto de Artigas, que estaba en el interior del local, arrancaron
cuadros que eran homenajes de destacados plásticos uruguayos y los
incendiaron.
Nunca en estos 40 años, señor presidente, los
comunistas hemos dejado de recordar a nuestros compañeros, ni siquiera
durante la noche negra del fascismo, siempre hubo flores los 17 de
abril, en el local de la 20º o en sus alrededores, desafiando la
represión y la muerte.
Es que es parte de nuestra identidad,
de nuestra formación como comunistas, si, como revolucionarios, si, pero
también y fundamentalmente, de nuestra condición de defensores de la
democracia y la libertad, por las que tan alto precio hemos pagado,
junto con la izquierda y con todos los demócratas de este país.
Al decir de Rodney Arismendi: “los mártires de la 20º están en la
memoria junto a los que combatieron la dictadura de Terra, con Brum y
con Grauert y los caídos del Morlán y el Río Negro, con los asesinados
bajo el pachecato, como Hugo, como Líber, como Susana, como Recalde y
otros, más la cantidad inmensa de mártires del período sangriento de la
dictadura empezada en el año 73. Desaparecidos cuyos nombres siguen
gritando a la conciencia de la nación. Torturados por decenas de miles,
niños arrancados de los brazos de las madres”.
Por que sabemos
que la defensa de la libertad y la democracia es una tarea permanente,
que exige verdad y justicia, que no puede rendirse ante la impunidad.
Exige memoria histórica, exige debate, polémica, pero también, unidad
ante las manifestaciones de intolerancia y de barbarie, como la que hace
tres días acaba de sufrir el local de la UJC con un atentado
incendiario, que muestra, que las fuerzas que provocaron tanto dolor y
tanta muerte, aún están vivas en nuestra sociedad.
Defender la
democracia y consolidarla es profundizarla. Es resolver los problemas
más graves de nuestra gente, es construir una sociedad con oportunidades
para todos, en la que todos tengamos más derechos y seamos más libres.
Esto no es una enunciación de deseos, es nuestro compromiso, de hoy y de
siempre, de jugarnos todo por la libertad y por la justicia, como lo
hicieron nuestros 8 compañeros asesinados en la Seccional 20º.
Nuestros 8 compañeros viven en la lucha indoblegable por verdad y
justicia, que sigue construyendo verdad y rompiendo olvidos. Viven en
cada trabajador que se levanta para ganarse el pan y que entrega horas
para organizarse y luchar con sus hermanos de clase por un futuro de
libertad. Viven en los gurises, hijos de trabajadores, como ellos, que
en la escuela pública y en los liceos, conquistan su mañana. Viven en
las mujeres que conquistan derechos. Viven en todas y todos los que no
se resignan y buscan un mundo mejor.
Por eso valoramos tanto
que el Senado haya votado unánimemente habilitar este homenaje. Porque
Luis Alberto Mendiola, Raúl Gancio, Elman Fernández, Justo Sena, Ricardo
González, José Abreu, Ruben López y Héctor Cervelli, son mártires
comunistas, son mártires frenteamplistas, del Frente Amplo recién
nacido, son mártires de la clase obrera, pero también son, señor
Presidente, mártires de la democracia y la libertad, por ellas cayeron.
Por eso los queremos recordar, en este ámbito, con el espíritu de
unidad, el que expresó monseñor Partelli, concurriendo a un local
comunista a orar en sus féretros.
Y permitáseme señor
Presidente, recordarlos con una frase de nuestro gran Alfredo Zitarroza,
en “La canción quiere”: Sombra de Gancio y de Mora, de Fernández, de
Mendiola, no canta sola. Quiere ser flor y se cierra, como un puño, que
la cuide, eso me pide”.
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