Varios miles de personas han salido a la
calle en las últimas semanas ante la situación de pobreza, paro,
corrupción, y subida de precios, como el de la electricidad, que explotó
al doble en enero. En algunos hogares ha aumentado la factura de la luz
hasta cien euros mientras el salario medio es de 377 euros y la pensión
media de 150 euros. La desesperación ha llevado a siete personas a
inmolarse, algo inaudito en este país.
Los movilizaciones han provocado la dimisión del gobierno y la celebración de elecciones anticipadas.
Pero en Bulgaria también los partidos políticos visitan los barrios más pobres en épocas de elecciones para comprar votos.
El 90% de los gitanos en Bulgaria no
tiene trabajo y dan su voto a cambio de 10-25 euros, sabiendo además que
aunque no vendieran su voto no cambiaría su situación.
En los pueblos más pobres se saldan las deudas en la tienda de la esquina votando al partido que «propone» el comerciante.
Entre la población gitana hay 35% de
analfabetismo, frente al 9% antes de la caída del socialismo en 1989.
Según la investigadora Antonina Zhelyazkova, el 10-12% de los gitanos
son “super-ricos” y el 50% sobreviven.
El país vive también una fuga masiva
desde que se restauró el capitalismo: la población ha caído de 9 a 7,2
millones de habitantes desde 1989. Como afirma la socióloga Iskra
Dondolova “desde 1989 nuestros jóvenes, bien formados, no se
quedaron en Sofia. No fundaron una familia, partieron a Alemania, Gran
Bretaña...Es la élite lo que nos ha faltado y nos falta”.
La experiencia de Geory
de 25 años es muy similar a la que viven los jóvenes españoles en estos
momentos. Ha vivido 8 años en Chipre, dos años en China y seis meses en
Irlanda. A su vuelta Georgy encontró su país “en un estado
lamentable. No pienso que el problema sea encontrar un trabajo aquí con
un salario decente. El problema es el nivel de vida, la educación, la
sanidad. ¡Hace falta un milagro!”
Con la transición al capitalismo las
pensiones cayeron a los 3 euros al mes y los salarios a los 10 euros.
Plamen y Reneta Planevi, trabajadores que viven con sus hijos en un
barrio de la periferia de Sofía no tienen otro deseo que dejar el país: “Vas
a las manifestaciones, después votas y nada cambia. Nos mienten. ¿El
paso a la “democracia”? ¡Qué decepción! Después de 23 años hemos probado
de todo: liberales, conservadores, antiguos comunistas. Ninguno salva
al otro. Sólo los ricos salen adelante. Pero es un pequeño círculo”.
Como muchos búlgaros no dudan en evocar los tiempos antes de la caída del muro de Berlin:
“Antes, no había sin techo, gitanos con sus carretas, perros errantes
por las calles. Había limpieza. Ninguna necesidad de barrotes en las
ventanas de la planta baja. Había orden y seguridad. Encontrabas
trabajo. Había sitio para todo el mundo. La vida era tranquila.”
Comisión de Relaciones Internacionales del PCOE
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