Qué antorcha de la razón se ha apagado!
Qué gran corazón ha dejado de latir![1]
El 5 de agosto del nuevo calendario (24 de julio) de 1895 falleció en
Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en
1883), Engels fue el más notable científico y maestro del proletariado
contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino
relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos
amigos consagraron su vida se convirtió en común. Por eso, para
comprender lo que Engels ha hecho por el proletariado es necesario
entender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx
para el desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels
fueron los primeros en demostrar que la clase obrera, con sus
reivindicaciones, es el resultado necesario del sistema económico actual
que, con la burguesía, crea y organiza inevitablemente al proletariado.
Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la
azotan actualmente, no por los esfuerzos bienintencionados de algunas
nobles personalidades, sino por la lucha de clase del proletariado
organizado. Marx y Engels fueron los primeros en esclarecer en sus obras
científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la
meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerias
productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la historia
escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, del cambio
sucesivo en el dominio y en la victoria de una clase social sobre otra. Y
esto continuará hasta que desaparezcan las bases de la lucha de clases y
del dominio de clase: la propiedad privada y la producción social
caótica. Los intereses del proletariado exigen que dichas bascs sean
destruidas, por lo que la lucha de clases consciente de los obreros
organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es
una lucha política.
En nuestros días todo el proletariado en lucha por su emancipación ha
hecho suyos estos conceptos de Marx y de Engels. Pero cuando los dos
amigos colaboraban en la década del 40, en las publicaciones
socialistas, y participaban en los movimientos sociales de su tiempo,
estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había muchos
hombres con talento y otros sin él, muchos honestos y otros
deshonestos, que en el ardor de la lucha por la libertad política, en la
lucha contra la autocracia de los zares, de la policía y del clero, no
percibían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y
los del proletariado. Esos hombres no admitían siquiera la idea de que
los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra
parte, hubo muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que
bastaba convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la
injusticia del régimen social existente para que resultara fácil
implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un
socialismo sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de aquella
época, y en general los amigos de la clase obrera, sólo veían en el
proletariado una lacra y contemplaban con horror cómo, a la par
que crecía la indus tria, crecía también esa lacra. Por eso todos ellos
pensaban cómo detener el desarrollo de la industria y del proletariado,
detener "la rueda de la historia". Contrariamente al miedo general ante
el desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus
esperanzas en su continuo crecimiento. Cuantos más proletarios haya,
tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria, y tanto más
próximo y posible ser á el socialismo. Podrían expresarse en pocas
palabras los servicios prestados por Marx y Engels a la clase obrera
diciendo que le enseñaron a conocerse y a tomar conciencia de sí misma, y
sustituyeron las quimeras por la ciencia.
He ahí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos por
todo obrero; tal es el motivo de que incluyamos en nuestra recopilación
-- que como todo lo que editamos tiene por objeto despertar la
conciencia de clase de los obreros rusos -- un esbozo sobre la vida y la
actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del
proletariado contemporáneo.
Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del
reino de Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, se vio obligado por
motivos farniliares, antes de terminar los estudios secundarios, a
emplearse como dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este
trabajo no le impidió ocuparse de su capacitación científica y política.
Cuando era todavía estudiante secundario, llegó a odiar la autocracia y
la arbitrariedad de los funcionarios. El estudio de la filosofía lo
llevó aún más lejos. En aquella época predominaba en la filosofía
alemana la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo partidario. A
pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado absolutista
prusiano, a cuyo servicio se hallaba como profesor de la Universidad de
Berlín, su doctrina era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón
humana y en los derechos de ésta, y la tesis fundamental de la filosofía
hegeliana, según la cual existe en el mundo un constante proceso de
cambio y desarrollo, condujeron a los discípulos del filósofo berlinés
que no querían aceptar la realidad, a la idea de que la lucha contra esa
realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante
procede también de la ley universal del desarrollo perpetuo. Si todo se
desarrolla, si ciertas instituciones son remplazadas por otras, ¿por
qué, entonces, deben perdurar eternamente el absolutismo del rey
prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una ínfima minoría a
expensas de la inmensa mayoría, el dominio de la burguesía sobre el
pueblo? La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de
las ideas: era idealista. Del desarrollo del espíritu deducía el de la
naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los hombres en la
sociedad. Marx y Engels conservaron la idea de Hegel sobre el perpetuo
proceso de desarrollo *,
y rechazaron su preconcebida concepción idealista; el estudio de la
vida real les mostró que el desarrollo del espíritu no explica el de la
naturaleza, sino que por el contrario conviene explicar el espíritu a
partir de la naturaleza, de la materia. . . Contrariamente a Hegel y
otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocaron el mundo y
la humanidad desde el punto de vista materialista, y comprobaron que,
así como todos los fenómenos de la naturaleza tienen causas materiales,
así también el desarrollo de la sociedad humana está condicionado por el
de fuerzas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo de estas
últimas dependen las relaciones que se establecen entre los hombres en
el proceso de producción de los objetos necesarios para satisfacer sus
necesidades. Y son dichas relaciones las que explican todos los
fenómenos de la vida social, las aspiraciones del hombre, sus ideas y
sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones
sociales, que se basan en la propiedad privada; pero hoy vemos también
cómo ese mismo desarrollo de las fuerzas productivas priva a la mayoría
de toda propiedad para concentrarla en manos de una ínfima minoría.
Destruye la propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende
por sí mismo al mismo fin que se han planteado los socialistas. Estos
sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en
la sociedad contemporánea está interesada en la realización del
socialismo, e inculcar a esa fuerza la conciencia de sus intereses y de
su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció
en Inglaterra, en Manchester, centro de la industria inglesa, adonde se
trasladó en 1842 para trabajar en una firma comercial de la que su padre
era accionista. Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la
fábrica, sino que recorrió los sórdidos barrios en los que se albergaban
los obreros y vio con sus propios ojos su miseria y sufrimientos. No se
limitó a observar personalmente; leyó todo lo que se había escrito
hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió
minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance.
Como fruto de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra.
Ya hemos señalado más arriba cuál fue el mérito principal de Engels
como autor de dicho libro. Es cierto que antes que él muchos otros
describieron los padecimientos del proletariado y señalaron la necesidad
de ayudarlo. Pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no es sólo
una clase que sufre, sino que la vergonzosa situación económica en que
se encuentra lo impulsa inconteniblemente hacia adelante y lo obliga a
luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo.
El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los
trabajadores a darse cuenta de que no les queda otra salida que el
socialismo. A su vez, éste sólo será una fuerza cuando se convierta en
el objetivo de la lucha política de la clase obrera.
Estas son las ideas fundamentales del libro de Engels sobre la situación
de la clase obrera en Inglaterra, ideas que todo el proletariado que
piensa y lucha ha hecho suyas, pero que entonces eran completamente
nuevas. Fueron expuestas en un libro cautivante en el que se describe
del modo más fidedigno y patético las penurias que sufría el
proletariado inglés. La obra constituía una terrible acusación contra el
capitalismo y la burguesía. La impresión que produjo fue muy grande. En
todas partes comenzaron a citar la obra como el cuadro que mejor
representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto,
ni antes de 1845, ni después, ha aparecido una descripción tan brillante
y veraz de los padecimientos de la clase obrera.
Engels se hizo socialista sólo en Inglaterra. En Manchester se puso
en contacto con militantes del movimiento obrero inglés y empezó a
colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar
por París de regreso a Alemania, conoció a Marx, con quien ya mantenía
correspondencia. En París, bajo la influencia de los socialistas
franceses y de la vida en Francia, Marx también se hizo socialista. Allí
fue donde los dos amigos escribieron La sagrada familia, o crítica de la crítica crítica. Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx, y que fue publicada un año antes de aparecer La situación de la clase obrera en Inglaterra, sienta las bases del socialismo materialista revolucionario, cuyas ideas principales hemos expuesto más arriba. La sagrada familia
es un apodo irónico dado a dos filósofos, los hermanos Bauer, y a sus
discípulos. Estos señores practicaban una crítica fuera de toda
realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda
actividad práctica y sólo contemplaba "críticamente" el mundo
circundante y los sucesos que ocurrían en él. Los señores Bauer
calificaban desdeñosamente al proletariado como una masa sin espíritu
crítico. Marx y Engels protestaron enérgicamente contra esa tendencia
absurda y nociva. En nombre de la verdadera personalidad humana, la del
obrero pisoteado por las clases dominantes y por el Estado, exigieron,
no una actitud contemplativa, sino la lucha por una mejor organización
de la sociedad. Y, naturalmente, vieron en el proletariado la fuerza
capaz de desarrollar esa lucha en la que está interesado. Antes de la
aparición de La sagrada familia, Engels había publicado ya en la revista Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su Estudio crítico sobre la economía politica,
en el que analizaba, desde el punto de vista socialista, los fenómenos
básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia
inevitable de la dominación de la propiedad privada. Sin duda, su
vinculación con Engels contribuyó a que Marx decidiera ocuparse de la
economía política, ciencia en la que sus obras produjeron toda una
revolución.
De 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los
estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros
alemanes residentes en dichas ciudades.
Allí Engels y Marx se relacionaron con una asociación clandestina
alemana, la "Liga de los Comunistas" que les encargó expusieran los
principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió
el famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels,
que apareció en 1848. Este librito vale por tomos enteros: inspira y
anima, aún hoy, a todo el proletariado organizado y combatiente del
mundo civilizado.
La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió
después a otros países de Europa occidental determinó que Marx y Engels
regresaran a su patria. Allí en la Prusia renana, asumieron la dirección
de la Nueva Gaceta Renana, periódico democrático que aparecía
en la ciudad de Colonia. Los dos amigos eran el alma de todas las
aspiraciones democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Ambos
defendieron hasta sus últimas consecuencias los intereses del pueblo y
de la libertad, contra las fuerzas de la reacción. Como se sabe, éstas
triunfaron, Nueva Gaceta Renana fue prohibida, y Marx, que
durante su emigración había perdido los derechos de súbdito prusiano,
fue expul sado del país; en cuanto a Engels, participó en la
insurrección armada del pueblo, combatió en tres batallas por la
libertad, y una vez derrotados los insurgentes se refugió en Suiza,
desde donde llegó a Londres.
También Marx fue a vivir a Londres; Engels no tardó en emplearse de
nuevo, y después se convirtió en socio de la misma casa de comercio de
Manchester en la que había trabajado en la década del 40. Hasta 1870
vivió en Manchester, y Marx en Londres, lo cual no les impidió estar en
estrecho contacto espiritual: se escribían casi a diario. En esta
correspondencia los amigos intercambiaban sus opiniones y conocimientos,
y continuaban elaborando en común el socialismo científico. En 1870,
Engels se trasladó a Londres, y hasta 1883, año en que murió Marx,
continuaron esa vida intelectual compartida, plena de intenso trabajo.
Como fruto de la misma surgió, por parte de Marx, El Capital,
la obra más grandiosa de nuestro siglo sobre economía política, y por
parte de Engels, toda una serie de obras más o menos extensas. Marx
trabajó en el análisis de los complejos fenómenos de la economía
capitalista. Engels esclarecía en sus obras, escritas en un lenguaje muy
ameno, polémico muchas veces, los problemas científicos más generales y
los diversos fenómenos del pasado y el presente, inspirándose en la
concepción materialista de la historia y en la doctrina económica de
Marx. De estos trabajos de Engels citaremos la obra polémica contra
Dühring (en ella el autor analiza los problemas más importantes de la
filosofía, las ciencias naturales y la sociología)**, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (traducida al ruso y editada en San Petersburgo, 3a ed. de 1895), Ludwig Feuerbach (traducción al ruso y notas de J. Plejánov, Ginebra, 1892)[2], un artículo sobre la política exterior del gobierno ruso (traducido al ruso y publicado en Sotsial-Demokrat, núms. 1 y 2, en Ginebra)[3], sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda[4], y finalmente, dos artículos, cortos pero muy valiosos, sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels sobre Rusia, traducción rusa de V. Zasúlich, Ginebra 1894)[5].
Marx murió sin haber podido terminar en forma definitiva su grandiosa
obra sobre el capital. Sin embargo, estaba concluida en borrador, y
después de la muerte de su amigo, Engels emprendió la ardua tarea de
redactar y publicar los tomos II y III. En 1885 editó el II y en 1894 el
III (no tuvo tiempo de redactar el IV[6]).
Estos dos tomos le exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata
austríaco Adler observó conrazón que, con la edición de los tomos II y
III de El Capital, Engels erigió a su genial amigo un monumento
majestuoso en el cual, involuntariamente, grabó también con trazos
indelebles su propio nombre. En efecto, esos dos tomos de El Capital
son la obra de los dos, Marx y Engels. Las leyendas de la antiguedad
relatan diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado
europeo puede decir que su ciencia fue creada por dos sabios y
luchadores cuyas relaciones superan a todas las conmovedoras leyendas
antiguas sobre la amistad entre los hombres. Siempre, y por supuesto,
con toda justicia, Engels se posponía a Marx. "Al lado de Marx --
escribió a un viejo amigo suyo -- siempre toqué el segundo violín."[7]
Su afecto por Marx mientras vivió, y su veneración a la memoria del
amigo desaparecido fueron infinitos. Este luchador austero y pensador
profundo, tenía una gran sensibilidad.
Durante su exilio, después del movimiento de 1848-1849, Marx y Engels
se dedicaron no sólo a la labor científica. Marx fundó en 1864 la
"Asociación Internacional de los obreros"[8]
que dirigió durante un decenio. También Engels participó activamente en
sus tareas. La actividad de la "Asociación Internacional" que, de
acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los
países, tuvo una enorme importancia para el desarrollo del movimiento
obrero. Pero inclusive después de haber sido disuelta dicha asociación
en la década del 70, el papel de Marx y Engels como unificadores de la
clase obrera no cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su
importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía
creciendo constantemente, porque propio movimiento continuaba
desarrollándose sin cesar. Después de la muerte de Marx, Engels siguió
siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él
acudían en busca de consejos y directivas tanto los socialistas
alemanes, cuyas fuerzas iban en constante y rápido aumento, a pesar de
las persecuciones gubernamentales, como los representantes de países
atrasados, por ejemplo españoles, rumanos, rusos, que se veían obligados
a estudiar minuciosamente y medir con toda cautela sus primeros pasos.
Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y
experiencias del viejo Engels.
Marx y Engels, que conocían el ruso y leían las obras aparecidas en
ese idioma, se interesaban vivamente por Rusia, seguían con simpatía el
movimiento revolucionario y mantenían relaciones con revolucionarios
rusos. Antes de ser socialistas, los dos habían sido demócratas y el sentimiento democrático de odio
a la arbitrariedad política estaba profundamente arraigado en ellos.
Este sentido político innato, agregado a una profunda comprensión
teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión
económica, así como su riquísima experiencia de la vida, hicieron que
Marx y Engels fueran extraordinariamente sensibles en el aspecto político.
Por lo mismo, la heroica lucha sostenida por un puñado de
revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el
corazón de estos dos revolucionarios probados la más viva simpatía. Y
por el contrario, era natural que la intención de volver la espalda a la
tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos -- la
conquista de la libertad política --, en aras de supuestas ventajas
económicas, les pareciese sospechosa e incluso fuese considerada por
ellos como una traición a la gran causa de la revolución social. "La
emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo",
enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación
económica, el proletariado debe conquistar determinados derechos políticos.
Además, Marx y Engels veían con toda claridad que una revolución
política en Rusia tendría también una enorme importancia para el
movimiento obrero de Europa occidental. La Rusia autocrática ha sido
siempre el baluarte de toda la reacción europea. La situación
internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la
guerra de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y
Francia, no hizo, por supuesto, más que aumentar la importancia de la
Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Sólo una Rusia libre, que no
tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes,
armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra
otra a Francia y Alemania, daría a la Europa contemporánea la
posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitaría a
todos los reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de la clase
obrera europea. Por lo mismo, Engels, deseó fervientemente la
instauración de la libertad política en Rusia, pues también contribuiría
al éxito del movimiento obrero en Occidente. Con su muerte los
revolucionarios rusos han perdido al mejor de sus amigos.
¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maes tro del proletariado!
1.
Las palabras citadas en el epígrafe al artículo Federico Engels las
tomó V. I. Lenin de la poesía del poeta ruso Nikolái Alexéievich
Nekrásov En memoria de Dobroliúbov.
http://www.marxists.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario