Por José Gilberto Valdés / Televisión Camagüey
Para los cubanos esta es una fecha de motivaciones y compromisos en el quehacer de una sociedad que encontró el camino de su soberanía, dignidad, y de la concertación de todos para enfrentar retos difíciles por el bien de todos.
También es una jornada de recuento. Cincuenta y nueve años han transcurrido desde aquella mañana de Santa Ana, en la cual un grupo de valerosos hombres y mujeres decidieron cambiar el curso de la historia. Para la llamada Generación del Centenario -nacimiento del Héroe Nacional José Martí - de nada valían los cabildeos para poner fin a la tiranía de Fulgencio Batista (1952 -1958), sólo el camino adecuado era la lucha armada.
Para esta trascendental acción, Fidel Castro y otros compañeros escogen a la región oriental de la Isla, cuna de las dos guerras independentistas del colonialismo español en el siglo 19. Las condiciones de su geografía favorables a la resistencia armada y el espíritu de rebeldía de la población, también fueron elementos para la propuesta de asaltar a la segunda fortaleza militar del país, el “Moncada”, en la ciudad de Santiago de Cuba, y como apoyo a la operación tomar al pequeño cuartel de “Carlos Manuel de Céspedes”, en Bayamo.
Según historiadores, el movimiento revolucionario había reclutado y entrenado alrededor de 1 200 jóvenes a principios del año 1953, bajo una extrema estructura clandestina. De esta valiosa cantera se conformaron los grupos que llevarían las acciones combativas. Todos representaban a las capas más humildes de la población cubana: obreros, estudiantes, empleados…, muchos de los cuales hicieron sacrificios personales para reunir el dinero para la compra las armas y otros aseguramientos.
A pesar del derroche de la valentía de los asaltantes, el minucioso plan para la toma del cuartel Moncada fue malogrado al no funcionar el decisivo factor sorpresa y otros inconvenientes por la falta de experiencia militar. La soldadesca del tirano Batista desató una sangrienta cacería de los jóvenes combatientes, en la que 55 resultaron torturados y asesinados.
El revés de la operación revolucionaria de aquel 26 de julio de 1953, se convirtió en victoria. Los cubanos emprendieron la lucha guerrillera y la insurrección urbana como única manera de poner fin a la estela de gobiernos corruptos y explotadores, surgidos a inicios del siglo anterior.
El camino no ha sido fácil, pero hoy disfrutamos del sistema social que soñaron los asaltantes a los cuarteles “Moncada” y “Carlos Manuel de Céspedes”, el de bienestar para todos, sin distinción de color de la piel, estrato social o credo.
Para los cubanos esta es una fecha de motivaciones y compromisos en el quehacer de una sociedad que encontró el camino de su soberanía, dignidad, y de la concertación de todos para enfrentar retos difíciles por el bien de todos.
También es una jornada de recuento. Cincuenta y nueve años han transcurrido desde aquella mañana de Santa Ana, en la cual un grupo de valerosos hombres y mujeres decidieron cambiar el curso de la historia. Para la llamada Generación del Centenario -nacimiento del Héroe Nacional José Martí - de nada valían los cabildeos para poner fin a la tiranía de Fulgencio Batista (1952 -1958), sólo el camino adecuado era la lucha armada.
Para esta trascendental acción, Fidel Castro y otros compañeros escogen a la región oriental de la Isla, cuna de las dos guerras independentistas del colonialismo español en el siglo 19. Las condiciones de su geografía favorables a la resistencia armada y el espíritu de rebeldía de la población, también fueron elementos para la propuesta de asaltar a la segunda fortaleza militar del país, el “Moncada”, en la ciudad de Santiago de Cuba, y como apoyo a la operación tomar al pequeño cuartel de “Carlos Manuel de Céspedes”, en Bayamo.
Según historiadores, el movimiento revolucionario había reclutado y entrenado alrededor de 1 200 jóvenes a principios del año 1953, bajo una extrema estructura clandestina. De esta valiosa cantera se conformaron los grupos que llevarían las acciones combativas. Todos representaban a las capas más humildes de la población cubana: obreros, estudiantes, empleados…, muchos de los cuales hicieron sacrificios personales para reunir el dinero para la compra las armas y otros aseguramientos.
A pesar del derroche de la valentía de los asaltantes, el minucioso plan para la toma del cuartel Moncada fue malogrado al no funcionar el decisivo factor sorpresa y otros inconvenientes por la falta de experiencia militar. La soldadesca del tirano Batista desató una sangrienta cacería de los jóvenes combatientes, en la que 55 resultaron torturados y asesinados.
El revés de la operación revolucionaria de aquel 26 de julio de 1953, se convirtió en victoria. Los cubanos emprendieron la lucha guerrillera y la insurrección urbana como única manera de poner fin a la estela de gobiernos corruptos y explotadores, surgidos a inicios del siglo anterior.
El camino no ha sido fácil, pero hoy disfrutamos del sistema social que soñaron los asaltantes a los cuarteles “Moncada” y “Carlos Manuel de Céspedes”, el de bienestar para todos, sin distinción de color de la piel, estrato social o credo.
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