Cuando Dilma Rousseff se acercó a José Mujica y a Cristina Fernández
diciendo: “Tengo algo político que discutir con ustedes”, estaba a
punto de trasmitir un mensaje que cambiaría el desarrollo de la cumbre
del Mercosur.
A solas, la presidenta exigió a Uruguay el apoyo al ingreso de
Venezuela al Mercosur que se resistía a aceptar desde el día anterior
por una cuestión de formas.
Antes de viajar a Mendoza, Dilma se entrevistó en São Paulo con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva quien “exigió” que Dilma “colocara todo el peso político de Brasil en la reunión que en pocas horas arrancaría en Mendoza” para conseguir el ingreso de Venezuela al Mercosur (Noticias Clic, 3 de julio de 2012).
Lula se reveló como un destacado estratega y geopolítico. De la mano de Celso Amorim, proclamado como el “mejor canciller del mundo” por la revista Foreign Policy en 2009, Brasil consiguió descarrilar la cumbre de la OMC en Cancún, en 2003, creando el Grupo 20-plus liderado por Brasil, China, India y Sudáfrica, con lo que se impidió la liberalización del mercado agrícola global que perjudica al sur. En mayo de 2010 la diplomacia brasileña consiguió la firma de un acuerdo entre Irán, Brasil y Turquía para el intercambio de combustible nuclear, diseñado para apaciguar la escalada bélica de Estados Unidos e Israel contra Irán.
En la región, el Brasil de Lula fue uno de los artífices del fin del ALCA, enterrado en la cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005 y de las gestiones de la UNASUR para frenar el “golpe cívico” que la derecha boliviana tramaba en setiembre de 2008 contra Evo Morales. La alianza militar con Francia es una de los principales legados de los gobiernos Lula desde el punto de vista geopolítico, ya que le permite construir submarinos convencionales y nucleares para defender su petróleo e impulsa el único complejo militar-industrial latinoamericano.
Lula fue el arquitecto de la UNASUR y de la CELAC, que por primera vez en la historia de América Latina integran a todos los países sin la tutela de Estados Unidos y Canadá, reafirmando una voluntad opuesta a la doctrina Monroe, cuya máxima podría ser que “América Latina para los latinoamericanos”. La creación del Consejo Suramericano de Defensa que incluye las doce fuerzas armadas de la región, está coordinando la construcción de armamento entre varios países, lo que a mediano plazo permitirá construir autonomía militar.
Construir un mundo multipolar en el que el Mercosur y la Unasur puedan jugar el papel que les corresponde, es un camino que no puede recorrerse sin disputar con las grandes potencias, en especial con Estados Unidos. En ese camino, Brasil juega por momentos como gran potencia, a veces con rasgos imperialistas, pero en los hechos ha mostrado su capacidad de sentarse a discutir de igual a igual incluso con vecinos con un PIB cincuenta a cien veces menor. Pese a las asimetrías evidentes, hay un margen de negociación que los países de la región nunca tuvieron con las potencias del Norte.
Es cierto que la decisión tomada en Mendoza para el ingreso pleno de Venezuela fue poco prolija, aunque los parlamentos de los tres países ya la habían aprobado. Sin embargo, en un período de agudos cambios como el actual, donde se está reconfigurando los poderes globales, regionales y locales, las formas pesan menos que los contenidos. Lo que está en juego es que el camino iniciado en Honduras en 2009 no se convierta en el “recurso del método” para impedir que los países y los pueblos elijan su rumbo.
En este período los golpes de Estado y las guerras son y serán moneda corriente. Si Brasil se empeñó a fondo contra el golpe en Honduras, que con los meses se supo que fue gestado con el apoyo de Washington, ¿podía hacer algo distinto en el caso de Paraguay, país clave para la estabilidad energética y militar de Brasil y del Cono Sur? El ingreso de Venezuela al Mercosur es una señal dirigida a la Casa Blanca de que la región no quiere seguir siendo patio trasero.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios colectivos sociales.
KAOS en la RED
Antes de viajar a Mendoza, Dilma se entrevistó en São Paulo con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva quien “exigió” que Dilma “colocara todo el peso político de Brasil en la reunión que en pocas horas arrancaría en Mendoza” para conseguir el ingreso de Venezuela al Mercosur (Noticias Clic, 3 de julio de 2012).
Lula se reveló como un destacado estratega y geopolítico. De la mano de Celso Amorim, proclamado como el “mejor canciller del mundo” por la revista Foreign Policy en 2009, Brasil consiguió descarrilar la cumbre de la OMC en Cancún, en 2003, creando el Grupo 20-plus liderado por Brasil, China, India y Sudáfrica, con lo que se impidió la liberalización del mercado agrícola global que perjudica al sur. En mayo de 2010 la diplomacia brasileña consiguió la firma de un acuerdo entre Irán, Brasil y Turquía para el intercambio de combustible nuclear, diseñado para apaciguar la escalada bélica de Estados Unidos e Israel contra Irán.
En la región, el Brasil de Lula fue uno de los artífices del fin del ALCA, enterrado en la cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005 y de las gestiones de la UNASUR para frenar el “golpe cívico” que la derecha boliviana tramaba en setiembre de 2008 contra Evo Morales. La alianza militar con Francia es una de los principales legados de los gobiernos Lula desde el punto de vista geopolítico, ya que le permite construir submarinos convencionales y nucleares para defender su petróleo e impulsa el único complejo militar-industrial latinoamericano.
Lula fue el arquitecto de la UNASUR y de la CELAC, que por primera vez en la historia de América Latina integran a todos los países sin la tutela de Estados Unidos y Canadá, reafirmando una voluntad opuesta a la doctrina Monroe, cuya máxima podría ser que “América Latina para los latinoamericanos”. La creación del Consejo Suramericano de Defensa que incluye las doce fuerzas armadas de la región, está coordinando la construcción de armamento entre varios países, lo que a mediano plazo permitirá construir autonomía militar.
Construir un mundo multipolar en el que el Mercosur y la Unasur puedan jugar el papel que les corresponde, es un camino que no puede recorrerse sin disputar con las grandes potencias, en especial con Estados Unidos. En ese camino, Brasil juega por momentos como gran potencia, a veces con rasgos imperialistas, pero en los hechos ha mostrado su capacidad de sentarse a discutir de igual a igual incluso con vecinos con un PIB cincuenta a cien veces menor. Pese a las asimetrías evidentes, hay un margen de negociación que los países de la región nunca tuvieron con las potencias del Norte.
Es cierto que la decisión tomada en Mendoza para el ingreso pleno de Venezuela fue poco prolija, aunque los parlamentos de los tres países ya la habían aprobado. Sin embargo, en un período de agudos cambios como el actual, donde se está reconfigurando los poderes globales, regionales y locales, las formas pesan menos que los contenidos. Lo que está en juego es que el camino iniciado en Honduras en 2009 no se convierta en el “recurso del método” para impedir que los países y los pueblos elijan su rumbo.
En este período los golpes de Estado y las guerras son y serán moneda corriente. Si Brasil se empeñó a fondo contra el golpe en Honduras, que con los meses se supo que fue gestado con el apoyo de Washington, ¿podía hacer algo distinto en el caso de Paraguay, país clave para la estabilidad energética y militar de Brasil y del Cono Sur? El ingreso de Venezuela al Mercosur es una señal dirigida a la Casa Blanca de que la región no quiere seguir siendo patio trasero.
- Raúl Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios colectivos sociales.
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