viernes, 1 de agosto de 2014

Vladímir Roslik y los rusos de San Javier, propuesta para una película

1 de agosto de 2014 Sergio Olhovich, para RBTH 
 
Hace poco regresé a México después de dos semanas de viaje por Argentina y Uruguay. En Montevideo, mi tío político me contó la historia de un poblado ubicado en un sitio apartado a orillas del Río Uruguay. En este lugar, poblado totalmente por inmigrantes rusos, vivió y murió de manera trágica Vladímir Roslik. 

 El lugar se llama San Javier y tiene alrededor de 1.800 habitantes. Todos de origen ruso. Sus fundadores integraban una secta denominada “Nuevo Israel” que en 1913, siendo perseguida por el Estado zarista, llegó a ese remoto lugar del Uruguay (Departamento de Río Negro), guiada por su profeta, Vasilii Lubkov.
La colonia se fundó con 300 familias conformadas en su mayoría por campesinos provenientes del Cáucaso. Al llegar, traían poco en términos materiales: sólo bolsillos retacados de semillas de girasol que les sirvieron como alimento durante el viaje en barco, y después, al sembrarlas, como medio para obtener aceite.
No obstante, en su mentalidad portaban un tesoro de ideas, cercanas al pensamiento de Lev Tolstói en torno a la labor agrícola: la propiedad comunal, el trabajo colectivo y  la repartición justa de la riqueza.
Estos colonos rusos conservan hasta el día de hoy sus costumbres y tradiciones. Hacen esfuerzos por no olvidar el idioma y siguen fielmente las recetas de los platillos rusos. Es una comunidad muy unida y cuando se reúnen en la tradicional fiesta del girasol, cantan melodías eslavas transmitidas de generación en generación.

La historia de Vladímir Roslik
En el contexto de esta comunidad rusa-uruguaya nació en mayo de 1943 Vladimir Roslik, hijo de Miguel Roslik y Catalina Dubikin. El muchacho, cuya historia es digna de ser narrada, creció en su pueblo natal y en 1962, becado por la Unión Soviética, llegó a Moscú para estudiar medicina en la Universidad de la Amistad “Patricio Lumumba”.
Debe de haber estudiado en el plantel de Donskói y tenido residencia en el “obshezhitie” (casa estudiantil) de Pavlovsk. Cuentan que fue un alumno reservado y callado. En la calle lo tomaban por ruso, pues no sólo era de tez blanca, rubio y tenía ojos azules, sino hablaba el idioma ruso con ese acento del sur que le habían enseñado sus padres.

No le interesaba mayormente la política. Era más bien un excelente estudiante y buen compañero dedicado completamente a sus estudios. Siempre tuvo el anhelo de regresar a radicar a su pueblo natal San Javier y ejercer ahí su profesión de médico.
Roslik vivió intensamente esa especial década de los 60 en la Unión Soviética y retomó con pasión lo que lo identificaba como ruso: la cultura, la historia y las tradiciones. En 1969 se graduó y retornó a su país con el título de médico en la valija.
Fue recibido con afecto por familiares y amigos, quienes lo obligaron a relatar en español y ruso sus andanzas por el país mítico que los habitantes de San Javier anhelaban conocer. Enseñaba una y otra vez cientos de fotografías...

Sin embargo, más allá del júbilo, el contexto de la Guerra Fría supuso que la la policía uruguaya se valiera de esas fotos y relatos para señalar a Roslik como agente ruso. El departamento de seguridad tomó nota.

Cuando irrumpió la dictadura militar en el país sudamericano, el pueblo de San Javier fue señalado inmediatamente como nido de comunistas. Vladímir Roslik, al haber estudiado en la Unión Soviética, fue acusado de ser espía soviético. Tras ser arrestado e interrogado varias veces, lo torturaron y finalmente asesinaron el 16 de abril de 1984. Fue el último muerto del régimen poco antes de instalarse la democracia en el Uruguay.

La particularidad del pueblo de San Javier poblado por colonos rusos y la trágica historia de Vladímir Roslik me interesaron vívidamente, pues yo estudié en la misma universidad soviética durante los mismos años. Estoy casi seguro de haberlo conocido, ya que todos los estudiantes latinoamericanos nos reuníamos frecuentemente para celebrar las distintas festividades nacionales.
Conozco muy de cerca ese periodo y la vida estudiantil de los extranjeros. Como mexicano, hijo de ruso, entiendo como era Vladímir Roslik. Y yo mismo habiendo estudiado cinematografía en la Unión Soviética creo que podría valerme de mi experiencia como cineasta para intentar retratar con fidelidad la vida, sentimientos y emociones de estudiantes extranjeros en Rusia.

La historia de Roslik ciertamente podría llevarse a la pantalla grande. Aunque aparentemente local y particular, la vida de este personaje simboliza muchas de las situaciones que tuvieron lugar dentro del contexto de la Guerra Fría en Latinoamérica.
Me gustaría tratar de captar la esencia de tal época y hacer una película: el pueblo de San Javier, Roslik, los estudiantes extranjeros en la URSS y quizás —por qué no—anécdotas de mi vida como estudiante y cineasta. Una coproducción mexicana-uruguaya-rusa.
Falta perfeccionar un argumento, pero espero encontrar productores, actores y demás cineastas que me acompañen en esta aventura cinematográfica.

Tomado de: http://es.rbth.com/

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