La visión
tópica de un 'comunismo opresivo' y un 'capitalismo libre' arraigada en la
conciencia común no refleja la realidad, ya que muchos o casi todos los
'pecados' atribuidos al comunismo son inseparables del sistema capitalista.
Así opina
en su artículo en el portal Salon.com el bloguero Jesse Myerson, que ha
elaborado una lista de las afirmaciones erróneas más comunes sobre dos sistemas
cuyo antagonismo ha marcado el siglo XX y generado muchos mitos históricos.
1. Las
economías comunistas se basan en la violencia de Estado
Comúnmente
se considera que la regulación estatal de la economía en la URSS o en China es
un instrumento represivo y reprochable que solo es utilizado por un Estado que
intenta penetrar en todas las áreas de la sociedad para dominarla. No obstante,
el poder estatal es una condición indispensable para la protección de la
propiedad, piedra angular del capitalismo. La única diferencia entre estos dos
sistemas antagónicos consiste en que los comunistas insisten en que la
propiedad, es decir, los medios de producción (como fábricas) o las acciones y
bonos, debe ser distribuida universalmente entre toda la sociedad.
2. Las
economías capitalistas se basan en el libre intercambio
La
pastoral imagen de un mercado abundante, donde cada persona libremente puede
satisfacer sus necesidades también es un mito bastante común. La realidad es
que la naturaleza del mercado y su origen están marcados por las
expropiaciones, como la privación a los campesinos de su acceso a las tierras,
y la falta de libertades. La situación no ha cambiado mucho hoy en día, cuando
la gran mayoría de la población se ve privada del acceso a los recursos
necesarios pese a su aparente abundancia. Además, cabe recordar que para su
desarrollo el capitalismo estadounidense requirió exterminar a pueblos
indígenas y esclavizar a los africanos.
3. Los
Gobiernos capitalistas no atentan contra los derechos humanos
Sería
poco creíble que un sistema que aplaude al rápido enriquecimiento en medio de
una competencia despiadada no produjera graves actos de violencia y
privaciones, pero curiosamente sus defensores mantienen que estos 'excesos' son
una manifestación de la justicia y la libertad. Los que no estén convencidos de
la tesis anterior, podrían recordar que uno de los derechos fundamentales, el
derecho a la vida, se viola diariamente cuando miles de personas mueren de
desnutrición debido a que el libre mercado es incapaz de resolver este problema
global.
4. Los
regímenes comunistas son responsables de millones de muertes
Los que
se animan enumerando los crímenes (tanto supuestos como reales) cometidos por
regímenes comunistas, prefieren no recordar que el triste balance de víctimas
nunca estará a favor del capitalismo. Los defensores del capitalismo, en este
caso, tendrán que buscar alguna excusa convincente tanto para el comercio de
esclavos y el exterminio indígena como para las masacres realizadas por EE.UU.
y sus aliados en sus intentos de derrocar Gobiernos procomunistas. A esta
cuenta hay que añadir el número de muertes a causa de las transiciones de
países del bloque socialista al capitalismo. Los anticomunistas más virulentos
tienen una manera muy astuta para desmentir estos casos de la exterminio:
simplemente niegan que hayan sucedido.
5. El
comunismo promueve la uniformidad
Mientras
que en el inconsciente colectivo prevalece la imagen de una sociedad homogénea
e altamente ideologizada, que no deja la oportunidad para la creación, este
mito ya se ha hecho realidad en la mayoría de las sociedades capitalistas,
donde crece la tendencia al consumismo descontrolado incitado por necesidades
ficticias. Al contrario, la ideología marxista postulaba que uno de los
objetivos del comunismo consiste en la liberación del tiempo para el desarrollo
personal. De esa manera, el comunismo se basa en todo lo contrario a la
uniformidad.
6. El
capitalismo promueve la individualidad
En una
sociedad de masas, donde millones y millones de personas están produciendo y
consumiendo las mismas cosas a gran escala, el auge de la individualidad parece
casi un milagro o al menos una exclusión de la regla común. A veces basta con echar un vistazo a los barrios
residenciales de las grandes ciudades con sus casas o supermercados
uniformados, para concluir que es un producto de una sociedad completamente
opuesta a lo individual.
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