El Partido Comunista Japonés se convierte en la principal fuerza de oposición.
La situación política mundial se encuentra en un periodo convulso imposible de imaginar hace tan solo una década. Raros son los lugares donde los equilibrios políticos no se encuentren en entredicho: las tensiones políticas en la Unión Europea, las protestas de uno u otro signo de descontento frente al gobierno desde Chile hasta México o las manifestaciones estudiantiles desde Canadá hasta Tailandia pasando por Turquía; si es que no se han hundido completamente como es el caso concreto de Oriente Medio o el enquistamiento de la guerra entre Ucrania y las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Y cada uno de estos conflictos no son compartimentos estanco sino que más bien son placas tectónicas en constante desplazamiento y colisión.
Es cierto que la historia es impredecible pero si había un país que difícilmente podía sorprendernos era Japón. El orden político de Tokyo fue -y sigue siendo por el momento- inamovible desde la Segunda Guerra Mundial. Tras la derrota del imperio militarista japonés en 1945 -mediante el uso de la fuerza nuclear contra la población civil en Hiroshima y Nagasaki- los Estados Unidos de América diseñan un nuevo orden político insular que reintegró a todos sus anteriores agentes: La familia Imperial, los grandes conglomerados empresariales (como Fuji o Mitshubishi, considerados como los sustentaron e instigaron al expansionismo militarista) y la clase política participe del anterior régimen.
El partido que dominará la vida política de Japón durante toda su historia actual es el Partido Liberal Democrático[1]. Después de 1949 y ante la victoria comunista en la guerra civil china, Japón se convertiría en la punta de lanza de la política exterior de los EUA y simultáneamente Japón abrazaría con fuerza la economía de mercado así como las bases militares estadounidenses en su territorio nacional. La oposición, que a la práctica gubernamental se convertirá prácticamente residual históricamente liderada primero por el Partido Socialista Japonés (Social-demócrata) y posteriormente por el Partido Demócrata Japonés -único partido que ha llegado a la presidencia del país durante 2009 y 2011-. Pero sobre todo, en cuanto a contenidos programáticos los partidos con opciones de gobierno nunca se alejaron de estas líneas básicas: apoyo a la institución imperial, economía de mercado y proximidad a los EUA. Tal vez por eso nadie esperaba al Partido Comunista Japonés.
El Partido Comunista Japonés, una fuerza tradicionalmente con representación parlamentaria pero relegada a los últimos puestos, se ha convertido en la principal fuerza de oposición después de las últimas elecciones generales del pasado mes de Diciembre, reafirmándose en las pasadas elecciones locales de Abril. Los 136 escaños, hace que supere con creces los resultados del Partido Democrático de Japón -único partido que ha llegado a la presidencia del gobierno que no ha sido el PLD- o al Komeito -partido ultra-conservador y socio en el gobierno del PLD-. Las elecciones del pasado mes de Abril le otorgan 111 asientos en 41 asambleas prefecturales, con presencia en las 17 ciudades más importantes del país. Pero no se trata simplemente de un aumento del voto, ya que según “The Economist” el PCJ aumento su membresía en 10.000 personas tan sólo en 2014 contando hoy con un total de 300.000 miembros.
¿Cómo ha podido ascender un partido que parecía eternamente condenado a sacar el mismo número de votos? ¿Es el Partido Comunista Japonés un beneficiado más del voto del descontento? No cabe duda de que es una causa central para su ascenso. En primer lugar, le ha beneficiado la abstención de los votantes a otros partidos, pero esto no es lo principal pues hay un significativo aumento de votos. Según Jeff Kingstons, profesor de la “Temple University” en Tokyo, la reciente popularidad del PCJ se debe a una medida de la frustración del público con la política dominante”. No resulta extraño, por lo tanto, encontrar propuestas como la “supresión de la financiación pública de los partidos políticos” o presentar proyectos de ley para limitar la financiación corporativa para los partidos políticos y establecer controles más estrictos sobre las empresas al respecto del exceso de trabajo de los empleados jóvenes.
Sin embargo, lo interesante es ver cómo se canaliza este voto descontento, bajo qué propuestas y en qué marcos programáticos. Las propuestas electorales del PCJ se encuentran en las antípodas del Partido Liberal Democrático: abolición de la institución imperial -que consideran anti-democrática-, acabar con la alianza con los Estados Unidos de América (y por lo tanto con las bases militares como por ejemplo en Okinawa), acabar con la escalada belicista y continuar siendo un país sin fuerzas armadas -las llamadas fuerzas de auto-defensa, teniendo en cuenta que la constitución japonesa les prohíbe al país utilizar la fuerza en su política exterior-. Estas tres medidas, sumadas a la revisión crítica del pasado reciente de Japón supondrían una terapia de choque para las continuas tensiones diplomáticas entre China y Japón. La radical negativa al empleo de la energía nuclear sumado a la no tan lejana catástrofe de Fukushima, constituye también una poderosa baza electoral.
La crítica a la Abenomics – el plan económico que la administración de Shinzo Abe quiere llevar a cabo para superar la desaceleración económica mediante la deflación del Yen con el objetivo de aumentar las exportaciones y el aumento de los impuestos de consumo- ha sido uno de los caballos de batalla del partido. La contra-propuesta comunista es la de la re-orientación de una economía de exportación en beneficio del consumo interno además de la “Democracia económica”, término que resulta familiar en otros partidos de izquierda en Europa.
Las propuestas consisten en generar un modelo económico fuertemente reglamentado y orientado hacia el sector primario y el consumo interno donde se valorice las economías locales y regionales y se garantice el derecho a la vivienda, la sanidad y la educación como primer paso para superar el sistema económico actual. Utilizando las palabras de su propio programa: se trata de “desmembrar el sistema capitalista”.
Estas últimas palabras son las más significativas del ascenso del PCJ pues esto significa la revitalización discurso ideológicamente evidente (frente al discurso tecnócrata) en la vida política y electoral japonesa, un golpe más en el corazón de la ya maltrecha tesis del fin de la historia, pues por primera vez el primer partido de la oposición propone no la mejor gestión un modelo injusto sino la superación de este modelo. Hablando claro, lo que dice el Partido Comunista Japonés y que otros partidos parecen haber olvidado es que otro mundo es posible.
[1] El Partido Liberal Democrático resulta de una fusión de los dos principales partidos de Japón, el Partido Liberal y el Partido Democrático, para evitar la entrada en el gobierno de socialistas y comunistas.