El tribunal Supremo ruso prohibió usar la imagen del revolucionario Ernesto Che Guevara en campañas electorales, según reveló hoy el prestigioso diario ruso "Védomosti".
La prohibición fue dictada al tramitar una demanda contra el partido Comunistas de Rusia por usar la imagen de Che en sus actos electorales durante unos comicios regionales celebrados en 2014.
Pese al argumento de la formación política acerca de que la imagen del "Che" se ha convertido en patrimonio universal como símbolo de la lucha por la justicia, el alto tribunal indicó en su auto que la vigencia de los derechos del autor sobre la imagen y los trabajos del revolucionario no ha expirado.
Comunistas de Rusia -un partido residual que no debe confundirse con el Partido Comunista de Rusia (PCR), segunda fuerza política del país- calificó de desproporcionada la decisión del Supremo y recordó que hasta ahora, en casos similares, los juzgados se limitaban a requisar el material de agitación electoral prohibido.
También el PCR ha denunciado que desde la entrada en vigor de la ley de protección de propiedad intelectual, no ha habido ni una sola campaña electoral en que los rivales no trataran de aprovechar esa legislación para deshacerse de los comunistas.
Este lunes 21 de setiembre el Partido Comunista de Uruguay cumple 95 años, por éste motívo los comunistas nos concentramos en la explanada de la Intendencia de Montevideo a las 17.00 hs.
El Partido Comunista de Uruguay
cumple 95 años, tantos como los que cumple nuestro querido presidente Victorio
Casartelli. Buen momento, entonces, para recordar nuestras raíces obreras,
artiguistas e internacionalistas, y analizar nuestra perspectiva sobre el
Uruguay, que se alimenta desde la ideología marxista leninista entendida como
guía para la acción.
En aquel lejano setiembre de
1920, en el momento de nuestra fundación, así como luego en el resto de nuestra
vida, las raíces del Partido estuvieron siempre implantadas y nutridas
firmemente por nuestra inserción en las masas obreras.
El Partido no es obrero solo
por su ideología sino también por la composición social de sus filas. En él se
expresa la fusión del socialismo con el movimiento obrero, uno de los rasgos
definitorios de la concepción leninista.
En épocas complejas de la
humanidad, en que para muchos las clases parecen desvanecerse, el Partido
reafirma la existencia de las mismas y la necesidad humana esencial de alumbrar
una sociedad sin clases sociales, sin explotados ni explotadores, una sociedad
con una democratización radical, de libertad plena. En esa tarea, aquella clase
llamada a alumbrar la verdadera historia de la humanidad, dejando atrás su
prehistoria, no es otra que la clase obrera, no sola por cierto, pero si en
primera fila.
Junto con nuestros lazos
indisolubles con la clase obrera, debemos subrayar los vínculos con el
artiguismo, con su teoría y con su práctica de avanzada para la época, con su
capacidad sin igual de relacionarse con las masas populares, cumpliendo con sus
más deseados anhelos, entre otros, el acceso a la tierra. No es casual que los
comunistas consideremos el Reglamento de Tierras, como la ley más avanzada
aprobada y llevada a la práctica en estas tierras de la banda oriental del
Uruguay. Sí es cierto que apreciamos altamente la frase del reglamento, “Que
los más infelices sean los más privilegiados”, también lo es que han sido
comunistas los que pusieron manos a la obra para desenterrar la aplicación del
Reglamento donde esa frase se transforma en hechos concretos, aplicación
sepultada por toneladas de interesado olvido.
Nuestro Partido por su origen y
trayectoria tiene un carácter subrayadamente nacional, pero ello va unido a su
consecuente internacionalismo. Para nosotros patriotismo e internacionalismo
son dos caras de una misma moneda. Y sí, nacimos al influjo de un momento
crucial de la historia de la humanidad, aquel en el que se entrelazan Lenin, el
bolchevismo, la Revolución de Octubre y la fundación de la Internacional
Comunista.
Al decir de Masera,”sea por
instinto certero o lucida reflexión, el Partido entiende como un principio
esencial de su existencia el Internacionalismo proletario, y convierte la
solidaridad internacional activa de los obreros y de los revolucionarios, en
uno de los rasgos de su lucha diaria”.
Con mucho esfuerzo el Partido,
en su labor teórica y práctica, ha ido trabajando esa estrecha unión entre los
rasgos nacionales y patrióticos con un consecuente internacionalismo, que
constituye uno de sus basamentos esenciales.
A ello debemos agregarle otro
valor esencial, la importancia que el Partido le otorga al proceso de
democratización, viéndolo como un proceso de socialización en el que es posible
terminar con la herencia de la sociedad burguesa. Un proceso de democratización
que abarca la totalidad de la vida: la vida cotidiana y la vida económica, las
instituciones y el mecanismo político para las decisiones.
De aquí nuestra preocupación
sobre cualquier estrangulamiento y transformación de los órganos de poder
populares-democráticos en instituciones formales, ya en el propio Partido, en
el FA o en la sociedad. Y, por eso, nuestra defensa del contacto directo del
“abajo” y el “arriba”, su permanente interacción en la práctica donde el “abajo”
representa las demandas y las necesidades de las masas, las que el
revolucionario, circunstancialmente “arriba”, está en condiciones de articular
gracias a esta intermediación viva.
Eso es lo que valoramos de la
Comuna de Paris o de los Soviets. Y de ahí la importancia que le otorgamos a
una creación netamente uruguaya, los comités de base del Frente Amplio.
El nuestro ha sido un Partido
audaz teóricamente. Arismendi y el equipo que lo acompaño en gran parte de su
trayectoria lo demostró en múltiples ocasiones. También de eso se enorgullece
nuestro Partido. Y es nuestra tarea continuar con esa tradición, buscando
siempre comprender la diferencia entre táctica, estrategia y teoría, así como
su relación recíproca, dialécticamente fecundante.
Es nuestra tarea si pretendemos
aumentar nuestra influencia intelectual y nuestro papel en la iniciativa y la
dirección del proceso de democratización. Debemos cuidar de esa herencia,
consiguiendo que nuestra teoría marxista leninista sea fresca y “abierta” ante
los nuevos problemas de la realidad, para que sean formulados los problemas que
ya existen en la práctica social pero que aún no se manifiestan.
Fuimos y somos un Partido
revolucionario y hemos luchado y militado por alumbrar un camino para la
revolución, concebida esta como una etapa histórica de la humildad y a la vez
creación heroica de los pueblos, de todo el pueblo. Por eso nos proponemos,
como reafirmamos en nuestro XXX Congreso, avanzar en democracia, hacia una
democracia avanzada como rumbo al socialismo. No es una mera formulación
teórica, es un objetivo programático, político, un horizonte de lucha. Para
ello hemos sido y somos, constructores de unidad. La unidad de todo el pueblo y
de sus fuerzas motrices, los trabajadores, de los trabajadores con las capas
medias y los trabajadores del campo, y muy especialmente con los intelectuales
avanzados y los estudiantes. La unidad de los trabajadores en una central
única, conquista estratégica de nuestro pueblo. La unidad de la izquierda sin
exclusiones, con esa creación formidable y singular que es nuestro Frente
Amplio.
Pero además no podemos obviar,
que nos ha tocado actuar en una coyuntura negativa, en unas condiciones mucho
más difíciles, en las últimas décadas. Y, a pesar de todo, aquí estamos. A cada
paso, en cada ocasión, sin doblegarnos en la construcción de la vanguardia, un
papel que se demuestra en la lucha y que se fundamente en una comprensión de
que vanguardia y masa son los dos polos de una unidad dialéctica y, en tanto
tales, inseparables.
En esta faena, inmersos,
nutridos, irrigados por la savia viva que nos llega de nuestra inserción en las
masas obreras y trabajadoras en general, estamos atentos y en lucha contra las
desviaciones de “izquierda” y de “derecha “, contra el oportunismo, contra el
sectarismo oportunista. Ni el revisionismo derechista ni el vacuo palabrerío
“izquierdista”, podrán separarnos de una justa línea. Y ello sin caer en el
doctrinarismo pedante y sectario, sin dejar de ver nunca a las masas
confundidas que puede haber detrás de esos errores, masas que objetivamente
forman parte de las fuerzas revolucionarias.
A los 95 años, este Partido, el
Partido de la resistencia, que no sólo habla de un proceso de democratización
avanzada, sino que puso “toda la carne en el asador” cuando de defender la
democracia se trataba, que –reconocido por diversas personalidades y
corrientes- puede llevar el justo título de Partido de la resistencia contra la
infame dictadura cívico militar fascista, este Partido mira hacia delante y ve
la magnitud de las tareas que tenemos planteadas.
Y saca las consecuencias
prácticas de ese otear el horizonte, en medio de la crisis crónica del
capitalismo; todo lleva a la exigencia imperiosa del engrandecimiento del
Partido.
Y ese engrandecimiento, para el
cual están dadas las condiciones objetivas y subjetivas, no puede ser un
crecimiento espontáneo. La planificación del crecimiento unido a la concepción
de ”Partido de masas y de cuadros” , que debemos afinar y matrizar todavía más,
nos lleva a la tarea “de que se desarrolle un Partido con un elevado número de
miembros, provenientes de todos los horizontes, de toda la sociedad uruguaya,
pero con una especial preocupación por las fábricas y de otros lugares de
trabajo, de modo que la proporción relativamente alta, de esos centros
fundamentales de la vida económica y sociales por si sola uno de los medios que
aseguren los vínculos con las masa obreras y populares y una palanca esencial
para manejarlas y dirigirlas…” (José Luis Massera Estudios XV/16 1960 Pág. 30).
Vivimos un momento de crisis
general del capitalismo a nivel mundial y el imperialismo y las transnacionales
han desatado una contraofensiva buscando recuperar sus tasas de ganancia y a la
vez, los espacios de hegemonía política perdidos. Por ello estamos en un
momento de agudización de la lucha de clases, a nivel mundial, regional y
nacional.
Esta lucha reviste espacial
intensidad en América Latina, el lugar donde más se ha desarrollado una
construcción alternativa de espacios de soberanía e independencia. La ofensiva
desestabilizadora del imperialismo en nuestro continente es dura e intensa, lo
vemos en Brasil, en Venezuela, en Ecuador, en Argentina, en Bolivia, en todo el
horizonte latinoamericano. Por eso es tan importante desplegar la solidaridad
internacional, seguir construyendo unidad e integración, ese frente de pueblos
y gobiernos que enfrente esa contraofensiva y sus manifestaciones concretas.
Solidaridad con la democracia en Brasil, solidaridad con la revolución cubana y
reclamo del fin del bloqueo, solidaridad con Venezuela y su proceso bolivariano.
En nuestro país se trata de
desplegar la iniciativa política permanente, el debate ideológico, la
movilización de masas y la consolidación y avance del proceso de cambios. Hay
que cuidar la unidad, las herramientas políticas y sociales del pueblo. Hay que
desplegar toda la acción del bloque político y social de los cambios y acumular
fuerzas, para resolver a favor del pueblo las acciones planteadas. Con el
movimiento sindical y su central única, con los estudiantes, los
cooperativistas, los jubilados, las distintas expresiones de la sociedad
organizada; también en el terreno político con el Frente Amplio, con la acción
parlamentaria y con el gobierno aplicando el programa del FA. Todo ello se
necesita para seguir transformando la realidad.
El planeta entero se enfrenta a
enormes desafíos. En todos lados, lo viejo, ya pasado de maduro, se pudre, pero
lo nuevo todavía no aparece. Se vuelven imprescindibles nuevas relaciones de
producción democrático- avanzadas rumbo al socialismo, para no caer en una
“época oscura” y en la más plena barbarie destructora de seres humanos y de la
naturaleza.
Es en ese momento tan decisivo
que “el Partido pasa a ser una medida del triunfo revolucionario” al decir de
Arismendi.
Por eso, en este 95 aniversario
que coincide con los 200 años del Reglamento de Tierras artiguista, en momentos
en que urgentes tareas lo reclaman, volquemos toda nuestra capacidad, todo
nuestro esfuerzo práctico, para elevar el Partido en la vida nacional, para
luchar por la unidad del querido Frente Amplio, para consolidar y desarrollar
el Espacio 1001 y la profundización de los cambios por nuestro gobierno, por el
afianzamiento del bloque político -social popular y democrático y acercar así
la hora de la emancipación definitiva de nuestro pueblo, parte de la gran gesta
liberadora de toda la humanidad.
Los partidos comunistas y obreros que firmamos el presente texto, expresamos nuestra solidaridad con los comunistas de Grecia, ante la difícil batalla electoral del 20 de septiembre.
Llamamos a los trabajadores a la juventud, las capas populares de Grecia, a fortalecer también con su voto al KKE, que defiende combativamente todos estos años sus derecos, contra las políticas antipopulares de los gobiernos , de la UE, del FMI.
El aumento de las fuerzas del KKE es una garantía por el fortalecimiento y la eficacia de las luchas del pueblo griego, por los derechos de la clase obrera, las capas populares, por el derrocamiento de la barbarie capitalista, el poder obrero y popular.
CP of Albania
CP of Australia
Party of Labour of Austria
CP of Azerbaijan
WP of Bangladesh
Communist Party of the Workers of Belarus
Brazilian CP
CP of Brazil
CP of Britain
NCP of Britain
CP of Bulgaria
Union of Communists in Bulgaria
Party of the Bulgarian Communists
CP of Canada
Socialist Workers’ Party of Croatia
CP of Bohemia and Moravia, Czech Republic
CP in Denmark
Pole of Communist Revival in France
Union of Revolutionary Communists of France
CP of Macedonia (FYROM)
UCP of Georgia
German CP (DKP)
Hungarian WP
CP of India
CP of Ireland
WP of Ireland
Tudeh Party, Iran
CP, Italy
Socialist Movement Kazakhstan
Lebanese CP
CP of Luxembourg
CP of Malta
CP of Mexico
Popular Socialist Party - National Political Association , Mexico
El golpe de Estado y su contenido de clase anti obrero
Los primeros movimientos de tropa comenzaron la madrugada del 11. A
las 6 de la mañana efectivos navales ocuparon las calles de Valparaíso y
a las 9 ya se escuchan disparos en Santiago que terminan al mediodía
con el bombardeo de La Moneda. El golpe anti obrero estaba en marcha.
El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 tuvo un claro
contenido de clase. Los empresarios nacionales y extranjeros, dueños de
las fábricas y empresas, de los monopolios de las riquezas nacionales,
estaban perdiendo su poder y veían amenazada las bases de su dominación.
La clase obrera ya no se limitaba al programa de gobierno de la
Unidad Popular, sino que avanzaba más allá. A la nacionalización del
cobre y la creación del Área de Propiedad Social propuesta por el
gobierno de Allende, que permitió nacionalizar el cobre y otras áreas de
la economía, la clase obrera inició su propio programa de toma de
fábricas y expropiación, sobre todo impulsadas por los Cordones
Industriales, organismos que se formaron a mediados del año 1972 como
una respuesta al paro patronal de los empresarios y camioneros.
Los Cordones Industriales se propusieron como una organización de
trabajadores a nivel local (en la fábrica), territorial (en la comuna y
junto a otras organizaciones de la zona) y tendencialmente nacional
(coordinadora de Cordones Industriales), aunque no alcanzaron a
desarrollarse producto del golpe de Estado. Iniciaron un proceso de toma
de fábrica, para enfrentar el lock out patronal; se preocuparon de los
problemas del abastecimiento –afectada por el paro de transportes- y la
distribución, haciendo convenios entre fábricas, con organizaciones
poblacionales y sociales para distribuir sus productos; también de la
gestión de las empresas. Embrionariamente, eran organismos de auto
organización e independencia de clase que comenzaban a plantear el
problema del poder a nivel territorial y potencialmente en el poder
político y el Estado.
Los Cordones industriales fueron criticados por la CUT, que los
acusaba de paralelismo y estuvieron en permanente tensión con Allende y
el gobierno. Como señalaba una carta del Comando Coordinador de los
Cordones, fechada el 5 de septiembre de 1973 “Antes, teníamos el temor
de que el proceso hacia el Socialismo se estaba transando para llegar a
un Gobierno de centro, reformista, democráticoburgués que tendía a
desmovilizar a las masas o a llevarlas a acciones insurreccionales de
tipo anárquico por instinto de preservación. Pero ahora, analizando los
últimos acontecimientos, nuestro temor ya no es ése, ahora tenemos la
certeza de que vamos en una pendiente que nos llevará inevitablemente al
fascismo”.
Tras el bombardeo a La Moneda y el suicidio de Allende, los partidos
de la Unidad Popular y el MIR se repliegan. Se había llamado a no
resistir. En las fábricas y los cordones, cientos de trabajadores
esperaron por horas y días, la llegada de las armas o a los militares
constitucionales de los que hablaba la Unidad Popular. Lo cierto es que
los únicos que llegaron fueron los allanamientos masivos, en los que
fueron detenidas miles de personas y trasladadas a los campos de
detención masivos, mientras se producían las primeras ejecuciones.
En síntesis, el golpe de Estado y la dictadura tuvo como primer
objetivo enfrentar al gobierno de la Unidad Popular y, especialmente, la
organización obrera, popular y estudiantil que se expresaba en la
organización de los Cordones Industriales o las Juntas de Abastecimiento
Popular, para terminar instalando un proceso refundacional, con la
aplicación del modelo neoliberal y la destrucción de los basamentos
tradicionales del poder político y económico que sustentaron la nación
durante largas décadas.
La dictadura cívico-militar
Tras el golpe, se instaló una dictadura cívico-militar que duró casi dos
décadas y que produjo importantes transformaciones en el país. La
dictadura se sustentó en la Doctrina de Seguridad Nacional, considerando
como enemigos de la nación a las organizaciones sindicales y de
izquierda, utilizando una política basada en la represión y el terror,
proscribiendo los partidos políticos y las instituciones como el
Congreso o los partidos políticos, ilegalizando muchas organizaciones
sindicales, imponiendo el toque de queda durante largos periodos, con
detenciones masivas, allanamientos a empresas y poblaciones, clausura de
muchos medios de comunicación. Las violaciones a los derechos humanos
se hicieron masivas, con miles de detenidos, torturados, ejecutados,
desaparecidos y exiliados.
La dictadura buscó desmantelar los derechos económicos, políticos y
sociales conquistados durante años por los trabajadores, los sectores
populares y las capas medias, en el ámbito económico, se impulsó la
desregulación y apertura a los mercados extranjeros, la financierización
económica, la privatización de empresas y servicios públicos para
reorganizar la estructura del país; en lo político, se instaló el
autoritarismo y se modificó la constitución, en el año 1980,
implementando entre otras cosas el sistema binominal y los senadores
designados, en lo social se promovió el individualismo, consumismo y el
miedo; en suma, un proyecto asociado al modelo neoliberal que modificó
sustancialmente la sociedad chilena.
Para lograr este objetivo, era necesario además doblegar al
movimiento sindical y los trabajadores, modificando las relaciones
laborales y la estructura productiva del país. No solo se reprimió y
persiguió a las organizaciones sindicales y sus dirigentes y activistas.
Además se inició un proceso de reestructuración y autoritarismo para
impedir su funcionamiento. La CUT y otros sindicatos fueron
ilegalizados, se expropió sus locales, también se prohibió, con el Bando
Militar N° 36 el derecho a huelga, la negociación colectiva, las
elecciones sindicales y la posibilidad de demandar reajustes salariales
por tiempo indeterminada. Toda reunión sindical debía ser avisada
previamente y debía contar con un veedor militar. Además, se crearon
nuevas organizaciones afines a la dictadura, para tratar de cooptar al
movimiento sindical. Esta política cristalizó en el Plan Laboral del año
1979, que impuso la lógica neoliberal en las relaciones
capital-trabajo.
El Plan Laboral Piñera
El Plan Laboral, elaborado por el Ministro de Trabajo José Piñera, marcó
un hito en las relaciones entre el capital y el trabajo, culminando un
ciclo de fuertes ataques a los derechos laborales. La dictadura se
concentraba específicamente en desarticular al movimiento sindical como
fuerza política y social, atacando específicamente la relación con los
partidos y la política, promoviendo un sindicalismo corporativo o
gremial y tratando de atomizar la organización obrera. Según anunciaba
Piñera, el objetivo del Plan era claro “lo que se decide es si se les
entrega a los sindicalistas el poder para paralizar la economía y tomar
como rehén al país; lo que se decide es se decide es si los dirigentes
sindicales pueden llegar a tener en nuestra sociedad más poder que los
parlamentarios” . En lo laboral, se instalaba la idea de la
productividad, atando los salarios a este mecanismo, como también se
proponía terminar con la “sindicalización obligatoria… las negociaciones
por rama y no por empresa, la huelga con caracteres de chantaje al
empresario” .
El Plan Laboral tuvo como eje quebrantar la unidad sindical al
posibilitar la existencia de múltiples sindicatos en una misma empresa,
estableciendo además la voluntad individual de afiliación y del pago de
la cuota sindical, asociando democracia e individuo a la idea de
libertad de elección para afiliarse a las organizaciones sindicales,
prohibiendo la existencia de sindicatos en los servicios públicos y
empresas estratégicas. Este ideario se relacionaba sin duda con el
modelo neoliberal que se estaba instalando, cuya concepción de libertad
se basaba en un individuo aislado y atomizado. Así, se restringió la
negociación colectiva por rama, se anulaba en la práctica el derecho a
huelga, al posibilitar la contratación de reemplazantes. También se
alentaba la negociación individual, permitiendo que los trabajadores
pudieran pactar con la empresa por su cuenta, se propuso además que los
empresarios pudieran declarar el lock-out, como medida de presión contra
las demandas laborales.
En definitiva, este nuevo plan laboral tenía por objetivo “eliminar
al movimiento sindical en su condición de agente socio-político
nacional; a constreñirlo a un papel negociador débil en el terreno
económico-reivindicativo; y a dejar paso libre a las ‘Leyes del Mercado’
en el plano de las Relaciones Laborales” , el empleador tenía amplias
libertades para despedir, negociar los salarios, horarios y demás
condiciones de trabajo.
La transición y la postdictadura
La dictadura buscó desarticular y derrotar al movimiento de
trabajadores, utilizando la represión, la reconversión productiva y la
implementación de una nueva institucionalidad laboral para sus
propósitos. La clase trabajadora y sus organizaciones se organizaron
para enfrentar estas políticas, realizando importantes acciones de
resistencia como paros legales e ilegales, trabajo a desgano,
manifestaciones y protestas, pero no lograron paralizarlas. El centro de
su acción se enfocaba en la lucha contra los planes económicos y contra
la dictadura, demandando la vuelta a la democracia.
A pesar de las importantes movilizaciones, las numerosas y largas
huelgas, el ciclo de luchas y reactivación terminó con la imposición del
Plan Laboral, que significó una nueva derrota para el movimiento
sindical, consolidando un modelo sindical y laboral neoliberal que
posteriormente la Concertación de partidos por la democracia profundizó.
La lucha contra el Plan Laboral impulsó una cierta convergencia
sindical, que se materializó en la creación del Comando Nacional de
Trabajadores, convocando a la primera huelga general contra la dictadura
en el año 1983, tras los devastadores efectos de la crisis económica
internacional y nacional. Sin embargo las protestas también fueron
derrotadas por la política de los acuerdos entre la dictadura y la
oposición (que más tarde se agruparía en la Concertación de Partidos por
la Democracia), marginando nuevamente a los trabajadores y sus
demandas, para organizar una transición pactada que no rompió con la
política laboral, ni con el resto de la herencia de Pinochet. Los
gobiernos concertacionistas sostuvieron el modelo económico y social de
la dictadura; respecto del mundo del trabajo privilegiaron la
continuidad por sobre la ruptura justificado por el discurso de la
amenaza a la democracia y la estabilidad económica como también por que
las relaciones laborales que impuso la dictadura eran parte de la
columna vertebral del modelo. Las organizaciones sindicales
predominantes, asimilaron también este discurso, lo que se materializó
en las políticas de diálogos y acuerdo social que impulsó la CUT durante
los gobiernos concertacionistas.
Sin embargo, hoy se reabre el debate estratégico sobre la
reemergencia de la clase trabajadora y sus organizaciones, como también
la necesidad de luchar contra el código laboral que viene desde la
dictadura, una de las grandes demandas del movimiento sindical y que la
reforma laboral de Bachelet prácticamente no toca.