Así reflejó la revista Bohemia la entrada de Fidel y el Ejército Rebelde a Santiago de Cuba. Foto: Juventud Rebelde |
Santiago de Cuba .— «(…) Santiago ha sido el baluarte más firme de la Revolución», afirmaba Fidel Castro en un emocionante discurso que llenaba los espacios de la urbe en la madrugada del 2 de enero de 1959, cuando el pueblo agolpado en balcones, árboles, cúpulas, celebraba junto a su líder el triunfo definitivo de la libertad.
Los días previos a la primera mañana del año de la victoria fueron muy convulsos. Mientras las columnas de Camilo y el Che combatían victoriosas durante su invasión al centro y el occidente, en el norte de oriente el IV Frente desarrollaba decisivas acciones. En Pinar del Río y Camagüey, sus respectivos frentes también cumplían sus misiones combativas. En La Habana-Matanzas iba surgiendo un nuevo frente de combate. El I, II y III Frentes, al mando de Fidel, Raúl y Almeida, respectivamente, luego de derrotar la ofensiva de la tiranía, expulsaban al ejército opresor de la Sierra Maestra, lo acorralaban en sus guaridas y después lo rendían.
Ante este panorama, el ataque a la capital oriental era inminente y el M-26-7 en Santiago de Cuba, de acuerdo con orientaciones del mando revolucionario, trazaba tareas considerando dos aspectos fundamentales: el papel de las milicias y el de la propaganda.
En la ciudad había más de 5 mil soldados, policías y marineros de la tiranía concentrados y el general Eulogio Cantillo, jefe del regimiento batistiano, desarrollaba una política de menos represión.
La jugada de Cantillo
En la mañana del domingo 28 de diciembre, Fidel, Celia Sánchez, Raúl Castro, Vilma Espín y Calixto García, jefe de la escolta del Comandante en Jefe, salían en una camioneta de la Comandancia General ubicada en el Central América rumbo al Central Oriente, un viejo ingenio que hacía muchos años había dejado de moler, situado a pocos kilómetros de Palma Soriano.Poco después apareció un helicóptero H-10 del ejército de la dictadura, del cual descendieron el general Eulogio Cantillo Porras, jefe de Operaciones del Estado Mayor del Ejército batistiano en Oriente y algunos ayudantes suyos. Tras los saludos formales, el padre Francisco Guzmán —que había servido de mediador entre Fidel y Cantillo— hizo la presentación de rigor.
El Jefe de la Revolución y el militar se dirigieron solos hasta la antigua casa de calderas del central y estuvieron hablando varias horas. Después de que Fidel le hiciera entender a Cantillo cuál era la situación real del país y de la inminente victoria revolucionaria, este se comprometió a organizar un levantamiento militar en Santiago de conjunto con el Ejército Rebelde.
Fidel también le planteó al militar batistiano las condiciones siguientes: rechazar cualquier contacto con la Embajada norteamericana, no aceptar un golpe de Estado en la capital, y no dejar escapar a Batista, términos que Cantillo aceptó.
Fidel lo narró así: «Se acordó el plan en todos sus detalles: el día 31, a las 3:00 de la tarde, se sublevaría la guarnición de Santiago de Cuba. Inmediatamente varias columnas rebeldes penetrarían en la ciudad y el pueblo, con los militares y con los rebeldes, confraternizaría inmediatamente, lanzándose al país una proclama revolucionaria e invitando a todos los militares honorables a unirse al movimiento».
Incumpliendo lo acordado con el Jefe del Ejército Rebelde y en un acto de traición, Cantillo comunicó a Batista el resultado de aquella reunión, lo cual motivó la huida del tirano con su camarilla en la madrugada del 31 de diciembre. Antes de partir, el dictador nombró al oficial como jefe del ejército y al magistrado de mayor edad del Tribunal Supremo, Carlos M. Piedra, como presidente provisional de la República, para que luego ambos conformaran un gabinete de ministros en un simulado golpe de Estado que debía ocurrir el 6 de enero de 1959.
¡Revolución , sí! ¡Golpe militar , no!
Cuando los rebeldes habían suspendido las operaciones sobre Santiago de Cuba —conforme a lo convenido en la entrevista— y se habían orientado las tropas hacia otros objetivos, Fidel recibió una nota de Cantillo en la que este le pedía al Jefe de la Revolución el cese de todas las acciones hasta el 6 de enero, ante una supuesta variación de «las circunstancias, en sentido favorable a la solución nacional». Se trataba de una jugarreta para propiciar el zarpazo al Gobierno y la huida del país de los testaferros de la dictadura.Fidel perdió totalmente la confianza en los acuerdos e indicó romper las hostilidades a partir de la misma fecha y hora acordadas para el movimiento.
Los días 30 y 31 de diciembre, el Comandante en Jefe pasó revista a las tropas que asediaban Santiago de Cuba y ultimó detalles para el asalto final a la plaza. Fuerzas combinadas de los tres frentes guerrilleros actuarían sobre los puntos y áreas que mantenían el control de la ciudad y serían apoyadas desde la propia urbe por fuerzas de los destacamentos de las milicias 26 de Julio, que se encontraban organizadas y preparadas para entrar en acción.
Al conocer de la huida de Batista y la componenda militar en La Habana, Fidel habló al pueblo por Radio Rebelde desde Palma Soriano el 1ro. de enero, se opuso a la maniobra injerencista y llamó a la huelga general revolucionaria. A la vez, ordenó a las columnas comprometidas con la liberación de Santiago de Cuba avanzar sobre la ciudad. En el resto de la nación, todos los comandantes rebeldes debían continuar las operaciones militares y las columnas de Camilo y el Che debían marchar hacia La Habana.
La comandancia en el Escandel
Listas las condiciones para el asalto final y concreción de la etapa última de la Operación Santiago, el líder de la Revolución se dirigió a El Escandel, al este del Caney —una zona de dominio de las fuerzas rebeldes y muy cercanas a Santiago de Cuba—, y estableció allí la Comandancia General. En ese lugar recibió a dos emisarios del jefe de la plaza militar, quien ratificaba su disposición de parlamentar con el mando rebelde.A media tarde del propio día, Fidel estaba acompañado del Estado Mayor que intervendría en la acción: los comandantes Raúl Castro, Juan Almeida, Hubert Matos*, René de los Santos, y las compañeras Celia Sánchez y Vilma Espín.
Poco después llegó al sitio el coronel José Rego Rubido, jefe del cuartel Moncada —por sustitución reglamentaria— y de la plaza militar, motivado por el planteamiento del líder revolucionario, que sustentaba la entrada pacífica del Ejército Rebelde a la urbe o, por el contrario, llevar a cabo el ataque.
El acuerdo quedó concretado con parlamentar la entrega de la fortaleza militar previa conversación en El Escandel con la oficialidad del Regimiento, para lo cual se trasladó al cuartel Moncada el Comandante Raúl Castro acompañado de Rego Rubido.
Al llegar Raúl a la fortaleza, habló a la oficialidad sobre la importancia de la reunión que sostendrían con Fidel y lo inútil de ofrecer resistencia en tales circunstancias, a lo cual accedieron. En el polígono, el Jefe del Segundo Frente volvió a hablar ante la tropa y ellos respaldaron lo expuesto en la explicación sobre el desenvolvimiento de los acontecimientos y la actitud asumida por los oficiales.
En El Escandel, el Comandante en Jefe recabó el apoyo de casi la totalidad de los oficiales del ejército de Santiago de Cuba, habló sobre la traición del general Cantillo y los exhortó a no continuar derramando sangre inútilmente. Ellos aceptaron y se puntualizaron los detalles para la entrada del Ejército Rebelde a Santiago de Cuba.
Después de la entrevista los militares se retiraron, y en horas de la noche salieron las tropas rebeldes acantonadas en El Escandel y desde las montañas de Santiago de Cuba, para entrar triunfantes a la ciudad.
En la cuna de los héroes
A través del anecdotario de los libros y los abuelos llega a los más jóvenes la alegría de pueblo que invadió a Santiago cuando entraron los barbudos.Señoras desconocidas arrebataron más de una medallita religiosa que alguna vez una madre puso en el cuello de su hijo antes de partir a la guerra, para así tener su propio recuerdo de aquel día. Otros confundieron los fuegos artificiales con disparos. La pintura se gastaba en los labios de las mujeres agradecidas, que al ver a un rebelde le prodigaban besos o abrazos precursores de una refundación nacional basada en la justicia y el amor.
Resultaba imposible apartar al pueblo que custodiaba a los rebeldes por las calles de la ciudad. Cerca o lejos se escuchaban las notas del Himno Nacional o el Himno Invasor para traer, desde el pasado, el espíritu bravío de los padres fundadores de la Patria.
Ya en la noche, en medio de la algarabía popular, lleno de besos y saludos, Fidel llegó con la comitiva que lo acompañaba a la sede de la emisora CMKC Radio Oriente, tomada por el locutor Noel Pérez y convertida en la Radio Rebelde. Desde allí siguió dirigiendo las acciones.
En las primeras horas del día 2, Fidel se retiró rumbo al parque Céspedes, después de convocar a través de los micrófonos de CMKC a un gran mitin revolucionario.
Desde el balcón del Ayuntamiento se dirigió al pueblo santiaguero que lo acompañó hasta que las primeras luces del alba cuajaron en la cálida mañana oriental la esencia victoriosa de un enero que cambió la historia de Cuba y del mundo.
* Luego, traidor a la Revolución.
Fuentes consultadas:
Batista: el derrumbe, Ciro Bianchi, diario Juventud Rebelde, 29 de diciembre de 2012.
Santiago de Cuba se preparó para apoyar la entrada del Ejército Rebelde, Miguel Deulofeu Ramos, 26 de diciembre del 2008.
Tabloide Triunfo 55, Unión Nacional de Historiadores de Cuba, Santiago de Cuba, diciembre de 2013.
La contraofensiva estratégica: Diciembre de 1958 y 1ro. de enero de 1959, Fidel Castro Ruz, sitio web Cubadebate, 4 de enero de 2011.
La ciudad tomada, el pueblo en la calle..., Orlando Guevara, diario Granma, 1ro. de enero de 2002.
Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el parque Céspedes, de Santiago de Cuba, el 1ro. de enero de 1959.
Agradecemos la colaboración, para esta sección, de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
http://www.juventudrebelde.cu/
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