PEDRO BRENES
La Comuna fue la primera conquista del Poder por parte de la clase obrera. Y aunque fue un intento prematuro, pues los obreros de París se vieron obligados por las circunstancias de la guerra franco-prusiana a llevar adelante la Revolución, y sólo pudo mantenerse durante muy poco tiempo, la gloriosa Comuna de París nos ha dejado, tanto en sus aciertos como en sus errores, grandes enseñanzas y fundamentales lecciones revolucionarias.
El 18 de Marzo de 1871, cercada la ciudad por los ejércitos del rey
Guillermo y después de los intentos de la burguesía de desarmar a los
obreros y someterlos al gobierno huído a Versalles, el Comité Central de
la Comuna declaró:
“Los proletarios de París, en medio de
los fracasos y las traiciones de las clases dominantes, se han dado
cuenta de que ha llegado la hora de salvar la situación tomando en sus
manos la dirección de los asuntos públicos… Han comprendido que es su
deber imperioso y su derecho indiscutible hacerse dueño de sus propios
destinos, tomando el poder.”
En su magnífica obra “La guerra civil en Francia”, Carlos Marx analizó
detalladamente la experiencia de los heróicos proletarios de París
deduciendo, con extraordinaria lucidez, que la Comuna nos enseña ante
todo que la clase obrera no puede limitarse a ocupar los aparatos
administrativos, políticos y militares del Estado y servirse de ellos
para sus propios fines, sino que debe destruirlos sin la menor
vacilación, y sustituirlos por sus propias instituciones estatales.
El Estado burgués, instrumento de la hegemonía y de la dominación de
clase, y medio para la perpetuación de la explotación de los
trabajadores, debe ser demolido hasta sus cimientos por los
revolucionarios y el pueblo insurrecto, y sus instituciones militares,
policiales, jurídicas e ideológicas, como órganos especializados del
Poder de la burguesía sobre la clase obrera, deben ser disueltas sin
contemplaciones y sustituidas por el nuevo Poder de los trabajadores
armados.
Marx en la obra citada y después Lenin en “El Estado y la Revolución”,
insisten en esta idea fundamental de la creación de un nuevo Estado, o
Estado de nuevo tipo, caracterizado por la participación directa y
consciente de la mayoría de la población antes excluida, en la práctica,
de la vida política y de la administración de los asuntos públicos, en
la toma de decisiones y en la elección y revocación de todos los
representantes, jueces, administradores y funcionarios.
La Comuna demostró la necesidad revolucionaria de abolir el ejército
permanente (ya sea de recluta forzosa o “profesional”) y crear en su
lugar la organización militar de todo el pueblo o Milicias Populares,
que en la Comuna adoptó la forma de Guardia Nacional como consecuencia
de la necesidad de defender la ciudad del cerco a que la sometían las
tropas prusianas, y que estaba constituida en lo fundamental por obreros
armados.
Y sobre la representación política, la administración y la judicatura, en palabras del propio Marx:
“La Comuna estaba formada por los
consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos
distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento.
La mayoría de sus miembros eran, naturalmente, obreros o representantes
reconocidos de la clase obrera. La Comuna no habría de ser un organismo
parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa
al mismo tiempo. En vez de continuar siendo un instrumento del Gobierno
central, la policía fue despojada inmediatamente de sus atributos
políticos y convertida en instrumento de la Comuna, responsable ante
ella y revocable en todo momento. Lo mismo se hizo con los funcionarios
de las demás ramas de la administración. Desde los miembros de la Comuna
para abajo, todos los que desempeñaban cargos públicos debían
desempeñarlos con salarios de obreros. Los intereses creados y los
gastos de representación de los altos dignatarios del Estado
desaparecieron con los altos dignatarios mismos. Los cargos públicos
dejaron de ser propiedad privada de los testaferros del Gobierno
central. En manos de la Comuna se pusieron no solamente la
administración municipal, sino toda la iniciativa llevada hasta entonces
por el Estado.”
En cuanto a los errores cometidos por los comuneros, que provocaron su
fracaso y su derrota, Marx destaca en su análisis la indecisión de los
obreros de París y su excesiva tolerancia con las maquinaciones de la
burguesía.
El no apoderarse del Banco de Francia, permitiendo que los versalleses
retiraran sin obstáculos los fondos del Estado, y el hecho de no marchar
inmediatamente sobre Versalles, desaprovechando el momento de mayor
debilidad de la burguesía, hizo posible que el primer ministro Thiers
pudiese formar un ejército de mercenarios, sofocar los levantamientos
comuneros en otras ciudades de Francia y, por último, con la inestimable
colaboración de los ejércitos extranjeros invasores, recuperar los
soldados prisioneros en manos de los prusianos para reforzarse de manera
decisiva y aplastar sin piedad la resistencia desesperada de los héroes
de la Comuna.
La histórica gesta de los proletarios terminó el 28 de Mayo. El gobierno
y el ejército de las clases explotadoras se entregaron a una vengativa
matanza indiscriminada contra el pueblo de París. Más de treinta mil
personas, sin distinciones de edad ni sexo, fueron fusiladas o
ametralladas, y otras muchas deportadas a las lejanas colonias del
Pacífico.
Con la masacre de los comuneros la burguesía demostró que ante la
rebelión de los oprimidos está siempre dispuesta a desatar todo el Poder
militar a su disposición, sin cortapisas legales ni morales de ningún
tipo. Y que cuando los obreros se atreven a cuestionar su dominación
desaparecen inmediatamente, a través del estado de sitio o directamente
del golpe de Estado, todas las apariencias hipócritas de la democracia y
de los derechos humanos. Ejemplos no nos faltan. España en 1936 o Chile
en 1973 son algunos de los abundantes antecedentes criminales de la
burguesía capitalista y sus ejércitos siempre dispuestos, preparados y
mentalizados para exterminar a los trabajadores revolucionarios y
mantener, a cualquier precio, su hegemonía económica y política sobre
toda la sociedad.
La Comuna de París fue un intento históricamente prematuro de la toma
del Poder por la clase obrera lo que, en definitiva, determinó su
fracaso. En 1871 el capitalismo aún no había desplegado todas sus
capacidades. Apenas había iniciado el desarrollo de su última fase
imperialista que habría de durar más de un siglo.
Es ahora, en la actual etapa de descomposición económica, política y
moral del capitalismo, y de retroceso general de las posiciones
imperialistas, de la que estamos siendo testigos en este principio del
siglo XXI, cuando han madurado las condiciones objetivas para el paso
acelerado de la sociedad hacia una nueva época del proceso histórico y
del avance de la civilización, con la instauración en todo el planeta
del nuevo sistema socialista, justo y solidario que sustituya al
injusto, insolidario y ya completamente agotado sistema capitalista.
Tomado de: http://www.unidadyresistencia.net/
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